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Llegué a La Encrucijada. Ahora empezaba lo difícil. La Encrucijada es la parte central de La Mazmorra, una pequeña sala donde convergen los caminos de las distintas alas del sitio.
El ala Norte, una pesadilla tecnológica salida de la mente calenturienta de un mal escritor de ciencia ficción.
Al Oeste, la zona “blanda” de La Mazmorra donde están las dependencias de los prisioneros que ostentamos un rango de importancia, una enfermería que nadie puede visitar, una cocina que no se esfuerza siquiera en cubrir las necesidades de los prisioneros. Aunque también tiene sus peligros, sin duda.
El ala Sur está prácticamente abandonada a su suerte. El hedor de la muerte llega incluso hasta aquí. Las enfermedades diezman a los desgraciados que son encerrados allí. Y a los que no mata la peste, lo hace la banda de Chtulhu, que se ha convertido en virrey de la zona, se podría decir. Aunque de forma nominal Chtulhu sigue bajo las órdenes de Guardián, la zona Sur se ha convertido en casi independiente, y aunque a los Vigilantes se nos tolera allí, cada vez es más peligroso para nosotros llegarnos allí. La situación parece divertir por el momento a Guardián, pero pronto habrá guerra en La Mazmorra. Chutlhu está lo suficientemente envalentonado como para no asistir a las últimas reuniones y pronto creerá tener un ejercito lo suficientemente poderoso como para atacar a Guardián. O este se cansará de la insubordinación de Chtulhu y nos mandará contra él.
Y mejor que no te dirijas al Este. Odio el Ala Este. La temo. Y a cada visita que hago allí mi temor aumenta. Todos los rumores que puedas haber oído se quedan cortos.
Además de estos cuatro caminos principales, La Encrucijada une otras zonas secundarias, como las salas de los Recién Detenidos, de donde venía y de la que soy amo casi absoluto
Siempre me ha hecho gracia, Dante necesitó nueve círculos para describir al infierno. A Guardián, si ha sido él realmente el constructor de La Mazmorra, le han bastado cuatro alas.
Desandé unos pasos. Reconozco que tenía miedo, aunque me dije que tal vez un pequeño interrogatorio me ayudase a saber hacia donde podría haber huido Arote.
Me puse delante de la última celda. Desde allí se podía ver La encrucijada. El prisionero hablaba a gritos con alguien inexistente entre la suciedad ajeno a las ratas que jugaban entre sus pies. Me tapé la boca y la nariz intentando mitigar el hedor que salía de la celda, mientras esperaba que reparara en mi presencia.
Era uno de los primeros. Entró antes que yo y no pude evitar preguntarme si yo también acabaría así. Era apenas una sombra de un hombre, un espantapájaros de brazos y piernas de alambre. En la boca costras de sus fiebres y parecía que había arrancado a tirones mechones de su pelo. Me sonrió con su boca desdentada y babeante cuando le saludé.
-¿Has visto pasar a alguien por delante de tu puerta, prisionero? –No sabía si me daría información o si me serviría de algo la que me diese. Era obvio que su mente no estaba cuerda. Pensé si no sería mejor coger cualquiera de los caminos al azar, pero sabía que yo nunca iría hacia el este, no por gusto. Y era ese camino el que había seguido Arote si hacia caso a mis instintos. Necesitaba un empujón.
-A ti. Te he visto a ti. –Me dijo con voz anhelante como si esperase recibir su premio tras descifrar un acertijo.
Resoplé con fuerza. Mi primer pensamiento fue estrellarle la cabeza contra los barrotes de su prisión por hacerme perder el tiempo. Sin embargo me lo pensé mejor y le di otra oportunidad a aquella ruina: -Aparte de mí.
-Oh, el pequeño Nikt esta de caza, sí señor. Nikt siempre está de caza. –Me reconoció y eso me dio esperanzas de que tal vez sí pudiera serme útil, de que no estaba tan ido como aparentaba. –Siempre acechando. Siempre cazando el pequeño Nikt… -Lo repetía como una cantinela que encontrase divertida.
Yo no. No dejaba de pensar que un prisionero se estaba alejando y de que cada momento era precioso si quería atraparlo. Seamos realistas, muchas oportunidades no tenía de fugarse, pero prefería atraparlo yo mismo que no que lo hiciesen las criaturas del Subterráneo. Al menos tendría la oportunidad de presentar este fiasco como un triunfo personal. Apreté el mango de mi porra con fuerza y tiré de ella, no hasta sacarla, si no como amenaza.
-Rápido, viejo, contesta. ¿Vistes a alguien o no? –O no captó la amenaza o no le asustó pues siguió con la enervante cancioncita.
Le golpeé en la mano que sujetaba uno de los barrotes. Crujieron huesos y al instante se le amorataron e hincharon los dedos. Aprovechando que instintivamente se apartó de la puerta, aunque no dejó de cantar, la abrí con la rapidez que da la práctica. Se había acurrucado en un rincón. El siguiente golpe se lo di en un costado, y le siguió otro en el hombro y otro en la cabeza. Perdí la cuenta rápidamente de los garrotazos que le propiné.
En cuestión de segundos estaba de pie jadeando y sudando y con el brazo agarrotado. Él estaba mucho peor. Tenía una gran brecha en la cabeza que sangraba y su rostro era una masa de bultos negros que la deformaban hasta darle una forma inhumana.
-¿Me matarás?
Capté enseguida el tono de súplica que había en aquella pregunta y no pude evitar sonreírme.
-Sólo si me dices lo que quiero saber.
-Júrame que me mataras si lo hago.
-Te aseguro que nada me gustaría más que matarte. Me has hecho perder un tiempo precioso. ¿Por dónde ha ido?
-Júralo.
-Está bien, está bien. Juro que te mataré.
-El loco fue al este.
-Que gracioso que seas tú quien le llame loco. –Dije intentando ocultar mi terror. Alcé mi brazo en un movimiento brusco. Él cerró los ojos y no terminó de musitar un gracias cuando se dio cuenta de que en realidad estaba guardando la porra, que me burlaba de él.
-Pero me lo juraste. –Aquello le dolió más que todos mis golpes, que todos los que había recibido desde que entró en La Mazmorra.
-Si hubiese cumplido con mis juramentos, tal vez no estaría encerrado aquí. –Como un redoble ante esa frase las llaves giraron cerrando la puerta. Oí con satisfacción que se acercaba un celador, creo que era a Firemaster quien le tocaba la ronda. Probablemente lo llevaría a la enfermería y sobreviviría a sus heridas. Lo tenía bien merecido.
Y ahora que la farsa había acabado pude dejarme tener un escalofrío. Al Este dijo, y tal vez me mintió, pero lo dudé. En realidad sólo hay un camino para el que huye: el camino que nadie más querría tomar
Está muy groso el relato, la verdad tienes un don Nick.
No tengo mucho que decir, pero como lo venía leyendo desde el principio me daba cosa no felicitarte . Como soy nueva no conocía ese don tuyo hasta que comenzaste a postear esta historia , no se me da el ponerme a leer los post anteriores a mi llegada, y como no soy muy comunicativa tampoco escucho todos los rumores del lugar
Gracias por aportar este puntito a dias como hoy Nikt. He de reconocer que tenia atrasado el segundo capitulo y me he leido los dos, y si, tiene muy buena pinta, y la descripcion de la mazmorra me esta encantando.
Habra algun encuentro con y descripcion de Guardian?
Siguiendo mi política en este asunto, me escabullí por el pasillo este. No quería que Firemaster me viera.
Tenía ante mí un pasillo que si bien al principio era bastante estrecho se iba ensanchando. Largo, ancho y oscuro, la luz eléctrica que me había acompañado hasta entonces se iba sustituyendo por antorchas cada vez más separadas.
El Ala Este esta custodiada por los hombres-topos, unos seres enanos y contrahechos, mudos y ciegos, así que la luz, en realidad es innecesaria. Aunque esta zona pertenece a Mercenario, es donde esta su verdadera Sala de Torturas, no las pequeñas que están desperdigadas por toda La Mazmorra, estas criaturas, los hombres-topo, sólo acatan las órdenes de Guardián, a los demás nos toleran como mucho. Ellos son uno de los motivos por los que me disgusta esta zona. Pero hay más.
La Tumba, como es conocida, es un lugar silencioso, demasiado. Incluso los prisioneros parecen haberse contagiado de la mudez de sus centinelas. Sólo se oye el arrastrar de pies de los hombres topo y el rumor del río, al que en una broma sin humor llamamos Estigia, aquel que hay que cruzar para llegar al Hades, la tierra de los muertos. Realmente parece que el mundo de los espíritus puede entrar en nuestra realidad a través de los oscuros muros de La Tumba.
Esta zona de La Mazmorra es un autentico laberinto de pasadizos. Intentar encontrar a Arote sería una completa pérdida de tiempo si no fuera que todos los caminos o bien son vías muertas o llevan a un único lugar, el Pasillo Último, que podría ser la única esperanza para quien trata de huir. Si Arote se atrevía a cruzar el río en el que termina La Mazmorra, llegaría a una zona que cae fuera de la jurisdicción de Guardián, pero por lo tanto inexplorada y salvaje. Se dice que desde ahí se podría llegar al exterior, pero eso no son más que habladurías, el último rayo de esperanza para los prisioneros que no pueden aceptar que de La Mazmorra nadie escapa.
Yo tenía una ventaja sobre Arote. Conocía el camino más recto hasta el Pasillo Último, mientras que ella podría perder horas en la maraña de túneles o incluso desaparecer en ellos por siempre.
Vencí mi impulso de andar de puntillas para que no me descubrieran y eché a correr. No tenía porque temer a los secuaces de Guardián… yo era uno de ellos.
Fui pasando de un pasadizo a otro. Ante mis ojos pasaban arcanos glifos que no entendía que significaba. En la penumbra distinguía a los prisioneros echados sobre sus catres, con los ojos muy abiertos y moviendo los labios en silencio, tal vez encomendándose a su dios. Era como si ya estuvieran muertos, no había en ellos siquiera desesperanza, ambición, o cualquier sentimiento.
Caí de bruces al suelo cuando tropecé con un moribundo que no estaba en su celda si no en medio del pasillo. Otra vez las leyes de no cerrar las puertas de Guardián. Estaba tan débil que no emitió más que un leve gemido de dolor cuando lo pisé. Con un correteo de pies apareció un hombre-topo y se lo llevó a rastras. Como todo gesto de lucha el prisionero alzo su mano pidiéndome ayuda. Yo conocía tan bien como él la leyenda susurrada: ahora se convertiría en uno de ellos, moriría y Guardián secaría su cuerpo y lo convertiría en uno de sus esclavos sin cerebro.
Continué mi camino cogiendo una antorcha, esta vez iría con más cuidado.
Me paré un segundo para recuperar algo de aliento. Había perdido ya la cuenta del tiempo que llevaba persiguiendo a Arote, de las esquinas que había doblado, temiendo siempre equivocarme en el siguiente giro, de perder un tiempo cada vez más precioso si quería salvar mi pellejo.
Es fácil perderse, o no hacerlo y creer que sí lo has hecho. Muchos de los pasajes son idénticos, con esos malditos signos grabados en las paredes que sólo Guardián sabe que poderes invocan.
Sin embargo, la zona en que me había parado era fácilmente reconocible, y me maldije por mi estupidez. Paro un momento y lo hago justo…
Unos pasos a mi espalda me dijeron que era demasiado tarde para arreglar el error. Tomé una bocanada de aire, y como si de un movimiento casual se tratase, me lleve una mano a la cadera, para comprobar que mi porra seguía allí.
El recién llegado se paró a dos pasos de distancia de mi espalda. Me giré con la mejor de mis sonrisas, pero alerta.
-Buenas noches 7. –Dije en un tono casual, mientras mis ojos buscaban la más mínima señal de amenaza.
-Veo que todavía nadie puede acercarse a ti y tomarte por sorpresa. –Su voz era afable. A ojos de cualquiera éramos dos amigos que hacía tiempo que no se veían.
-Y por eso sigo vivo. –Sonreí sin ningún deje de humor mientras él asentía.
7 había sido capturado casi al mismo tiempo que yo, y sobrevivimos a muchas cosas juntos, sólo que él, en algún momento, se quedó atrás. Decidió aislarse en el Ala Este, sólo dios sabe el porqué. Puedo entender a los ambiciosos, pero él… Apenas podía reconocerlo, vestía con una casulla de monje harapienta y manchada que desmentía su rango, los brazos, que quedaban al descubierto, al igual que su cuello estaban llenos de cicatrices y heridas, algunas con aspecto de estar infectadas. Sospeché que el resto del cuerpo estaba igual. Parecía un apestado. Sus ojos miraban a través de uno al vacío enmarcados en sus ojeras y la extrema delgadez de su rostro resaltaba sus dientes que parecían arañar unos labios resecos.
Pasó su huesuda mano por la cara mal afeitada decidiendo que decir a continuación. Se pasó la lengua por los labios despellejados.
-El Ala Este nunca te gustó, o sea que tendrás una buena razón para estar aquí. Ven, vamos a mí celda, tomemos algo y cuéntame que te ha traído por aquí.
-Tal vez a la vuelta. Tengo un mensaje de Guardián para Mercenario. Y no me gusta hacer esperar al Torturador. De hecho debería irme ya. –No pestañeé al mentirle. Ni en condiciones normales hubiera aceptado una invitación de él.
Di unos pasos atrás antes de girarme y empecé a correr de nuevo, temiendo que 7 empezara a perseguirme. La Mazmorra es un nido de rumores y había escuchado muchos sobre él. Pero no lo hizo. En realidad no necesitaba.
Noté una piedra golpearme la cabeza. Trastabillé y caí al suelo antes de perder la conciencia.
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