La Mazmorra Abandon - La mejor selección de abandonware de terror y misterio de la red :: Ver tema - Dagón (H. P. Lovecraft)
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mercenario Alquimista del mal
Registrado: Mar 17, 2006 Mensajes: 2280
Publicado: Lun May 19, 2008 4:11 pm Asunto : Dagón (H. P. Lovecraft)
Escribo esto bajo una fuerte tensión mental, ya que cuando llegue la noche habré dejado de existir. Sin dinero, y agotada mi provisión de droga, que es lo único que me hace tolerable la vida, no puedo seguir soportando más esta tortura; me arrojaré desde esta ventana de la buhardilla a la sórdida calle de abajo. Pese a mi esclavitud a la morfina, no me considero un débil ni un degenerado. Cuando hayan leÃdo estas páginas atropelladamente garabateadas, quizá se hagan idea -aunque no del todo- de por qué tengo que buscar el olvido o la muerte.
Fue en una de las zonas más abiertas y menos frecuentadas del anchuroso PacÃfico donde el paquebote en el que iba yo de sobrecargo cayó apresado por un corsario alemán. La gran guerra estaba entonces en sus comienzos, y las fuerzas oceánicas de los hunos aún no se habÃan hundido en su degradación posterior; asà que nuestro buque fue capturado legalmente, y nuestra tripulación tratada con toda la deferencia y consideración debidas a unos prisioneros navales. En efecto, tan liberal era la disciplina de nuestros opresores, que cinco dÃas más tarde conseguà escaparme en un pequeño bote, con agua y provisiones para bastante tiempo.
Cuando al fin me encontré libre y a la deriva, tenÃa muy poca idea de cuál era mi situación. Navegante poco experto, sólo sabÃa calcular de manera muy vaga, por el sol y las estrellas, que estaba algo al sur del ecuador. No sabÃa en absoluto en qué longitud, y no se divisaba isla ni costa algunas. El tiempo se mantenÃa bueno, y durante incontables dÃas navegué sin rumbo bajo un sol abrasador, con la esperanza de que pasara algún barco, o de que me arrojaran las olas a alguna región habitable. Pero no aparecÃan ni barcos ni tierra, y empecé a desesperar en mi soledad, en medio de aquella ondulante e ininterrumpida inmensidad azul.
El cambio ocurrió mientras dormÃa. Nunca llegaré a conocer los pormenores; porque mi sueño, aunque poblado de pesadillas, fue ininterrumpido. Cuando desperté finalmente, descubrà que me encontraba medio succionado en una especie de lodazal viscoso y negruzco que se extendÃa a mi alrededor, con monótonas ondulaciones hasta donde alcanzaba la vista, en el cual se habÃa adentrado mi bote cierto trecho.
Aunque cabe suponer que mi primera reacción fuera de perplejidad ante una transformación del paisaje tan prodigiosa e inesperada, en realidad sentà más horror que asombro; pues habÃa en la atmósfera y en la superficie putrefacta una calidad siniestra que me heló el corazón. La zona estaba corrompida de peces descompuestos y otros animales menos identificables que se veÃan emerger en el cieno de la interminable llanura. Quizá no deba esperar transmitir con meras palabras la indecible repugnancia que puede reinar en el absoluto silencio y la estéril inmensidad. Nada alcanzaba a oÃrse; nada habÃa a la vista, salvo una vasta extensión de légamo negruzco; si bien la absoluta quietud y la uniformidad del paisaje me producÃan un terror nauseabundo.
El sol ardÃa en un cielo que me parecÃa casi negro por la cruel ausencia de nubes; era como si reflejase la ciénaga tenebrosa que tenÃa bajo mis pies. Al meterme en el bote encallado, me di cuenta de que sólo una posibilidad podÃa explicar mi situación. Merced a una conmoción volcánica el fondo oceánico habÃa emergido a la superficie, sacando a la luz regiones que durante millones de años habÃan estado ocultas bajo insondables profundidades de agua. Tan grande era la extensión de esta nueva tierra emergida debajo de mÃ, que no lograba percibir el más leve rumor de oleaje, por mucho que aguzaba el oÃdo. Tampoco habÃa aves marinas que se alimentaran de aquellos peces muertos.
Durante varias horas estuve pensando y meditando sentado en el bote, que se apoyaba sobre un costado y proporcionaba un poco de sombra al desplazarse el sol en el cielo. A medida que el dÃa avanzaba, el suelo iba perdiendo pegajosidad, por lo que en poco tiempo estarÃa bastante seco para poderlo recorrer fácilmente. Dormà poco esa noche, y al dÃa siguiente me preparé una provisión de agua y comida, a fin de emprender la marcha en busca del desaparecido mar, y de un posible rescate.
A la mañana del tercer dÃa comprobé que el suelo estaba bastante seco para andar por él con comodidad. El hedor a pescado era insoportable; pero me tenÃan preocupado cosas más graves para que me molestase este desagradable inconveniente, y me puse en marcha hacia una meta desconocida. Durante todo el dÃa caminé constantemente en dirección oeste guiado por una lejana colina que descollaba por encima de las demás elevaciones del ondulado desierto. Acampé esa noche, y al dÃa siguiente proseguà la marcha hacia la colina, aunque parecÃa escasamente más cerca que la primera vez que la descubrÃ. Al atardecer del cuarto dÃa llegué al pie de dicha elevación, que resultó ser mucho más alta de lo que me habÃa parecido de lejos; tenÃa un valle delante que hacÃa más pronunciado el relieve respecto del resto de la superficie. Demasiado cansado para emprender el ascenso, dormà a la sombra de la colina.
No sé por qué, mis sueños fueron extravagantes esa noche; pero antes que la luna menguante, fantásticamente gibosa, hubiese subido muy alto por el este de la llanura, me desperté cubierto de un sudor frÃo, decidido a no dormir más. Las visiones que habÃa tenido eran excesivas para soportarlas otra vez. A la luz de la luna comprendà lo imprudente que habÃa sido al viajar de dÃa. Sin el sol abrasador, la marcha me habrÃa resultado menos fatigosa; de hecho, me sentà de nuevo lo bastante fuerte como para acometer el ascenso que por la tarde no habÃa sido capaz de emprender. Recogà mis cosas e inicié la subida a la cresta de la elevación.
Ya he dicho que la ininterrumpida monotonÃa de la ondulada llanura era fuente de un vago horror para mÃ; pero creo que mi horror aumentó cuando llegué a lo alto del monte y vi, al otro lado, una inmensa sima o cañón, cuya oscura concavidad aún no iluminaba la luna. Me pareció que me encontraba en el borde del mundo, escrutando desde el mismo canto hacia un caos insondable de noche eterna. En mi terror se mezclaban extraños recuerdos del ParaÃso perdido, y la espantosa ascensión de Satanás a través de remotas regiones de tinieblas.
Al elevarse más la luna en el cielo, empecé a observar que las laderas del valle no eran tan completamente perpendiculares como habÃa imaginado. La roca formaba cornisas y salientes que proporcionaban apoyos relativamente cómodos para el descenso; y a partir de unos centenares de pies, el declive se hacÃa más gradual. Movido por un impulso que no me es posible analizar con precisión, bajé trabajosamente por las rocas, hasta el declive más suave, sin dejar de mirar hacia las profundidades estigias donde aún no habÃa penetrado la luz.
De repente, me llamó la atención un objeto singular que habÃa en la ladera opuesta, el cual se erguÃa enhiesto como a un centenar de yardas de donde estaba yo; objeto que brilló con un resplandor blanquecino al recibir de pronto los primeros rayos de la luna ascendente. No tardé en comprobar que era tan sólo una piedra gigantesca; pero tuve la clara impresión de que su posición y su contorno no eran enteramente obra de la Naturaleza. Un examen más detenido me llenó de sensaciones imposibles de expresar; pues pese a su enorme magnitud, y su situación en un abismo abierto en el fondo del mar cuando el mundo era joven, me di cuenta, sin posibilidad de duda, de que el extraño objeto era un monolito perfectamente tallado, cuya imponente masa habÃa conocido el arte y quizá el culto de criaturas vivas y pensantes.
Confuso y asustado, aunque no sin cierta emoción de cientÃfico o de arqueólogo, examiné mis alrededores con atención. La luna, ahora casi en su cenit, asomaba espectral y vÃvida por encima de los gigantescos peldaños que rodeaban el abismo, y reveló un ancho curso de agua que discurrÃa por el fondo formando meandros, perdiéndose en ambas direcciones, y casi lamiéndome los pies donde me habÃa detenido. Al otro lado del abismo, las pequeñas olas bañaban la base del ciclópeo monolito, en cuya superficie podÃa distinguir ahora inscripciones y toscos relieves. La escritura pertenecÃa a un sistema de jeroglÃficos desconocido para mÃ, distinto de cuantos yo habÃa visto en los libros, y consistente en su mayor parte en sÃmbolos acuáticos esquematizados tales como peces, anguilas, pulpos, crustáceos, moluscos, ballenas y demás. Algunos de los caracteres representaban evidentemente seres marinos desconocidos para el mundo moderno, pero cuyos cuerpos en descomposición habÃa visto yo en la llanura surgida del océano.
Sin embargo, fueron los relieves los que más me fascinaron. Claramente visibles al otro lado del curso de agua, a causa de sus enormes proporciones, habÃa una serie de bajorrelieves cuyos temas habrÃan despertado la envidia de un Doré. Creo que estos seres pretendÃan representar hombres... al menos, cierta clase de hombres; aunque aparecÃan retozando como peces en las aguas de alguna gruta marina, o rindiendo homenaje a algún monumento monolÃtico, bajo el agua también. No me atrevo a descubrir con detalle sus rostros y sus cuerpos, ya que el mero recuerdo me produce vahÃdos. Más grotescos de lo que podrÃa concebir la imaginación de un Poe o de un Bulwer, eran detestablemente humanos en general, a pesar de sus manos y pies palmeados, sus labios espantosamente anchos y fláccidos, sus ojos abultados y vidriosos, y demás rasgos de recuerdo menos agradable. Curiosamente, parecÃan cincelados sin la debida proporción con los escenarios que servÃan de fondo, ya que uno de los seres estaba en actitud de matar una ballena de tamaño ligeramente mayor que él. Observé, como digo, sus formas grotescas y sus extrañas dimensiones; pero un momento después decidà que se trataba de dioses imaginarios de alguna tribu pescadora o marinera; de una tribu cuyos últimos descendientes debieron de perecer antes que naciera el primer antepasado del hombre de Piltdown o de Neanderthal. Aterrado ante esta visión inesperada y fugaz de un pasado que rebasaba la concepción del más atrevido antropólogo, me quedé pensativo, mientras la luna bañaba con misterioso resplandor el silencioso canal que tenÃa ante mÃ.
Entonces, de repente, lo vi. Tras una leve agitación que delataba su ascensión a la superficie, la entidad surgió a la vista sobre las aguas oscuras. Inmenso, repugnante, aquella especie de Polifemo saltó hacia el monolito como un monstruo formidable y pesadillesco, y lo rodeó con sus brazos enormes y escamosos, al tiempo que inclinaba la cabeza y proferÃa ciertos gritos acompasados. Creo que enloquecà entonces.
No recuerdo muy bien los detalles de mi frenética subida por la ladera y el acantilado, ni de mi delirante regreso al bote varado... Creo que canté mucho, y que reà insensatamente cuando no podÃa cantar. Tengo el vago recuerdo de una tormenta, poco después de llegar al bote; en todo caso, sé que oà el estampido de los truenos y demás ruidos que la Naturaleza profiere en sus momentos de mayor irritación.
Cuando salà de las sombras, estaba en un hospital de San Francisco; me habÃa llevado allà el capitán del barco norteamericano que habÃa recogido mi bote en medio del océano. Hablé de muchas cosas en mis delirios, pero averigüé que nadie habÃa hecho caso de las palabras. Los que me habÃan rescatado no sabÃan nada sobre la aparición de una zona de fondo oceánico en medio del PacÃfico, y no juzgué necesario insistir en algo que sabÃa que no iban a creer. Un dÃa fui a ver a un famoso etnólogo, y lo divertà haciéndole extrañas preguntas sobre la antigua leyenda filistea en torno a Dagón, el Dios-Pez; pero en seguida me di cuenta de que era un hombre irremediablemente convencional, y dejé de preguntar.
Es de noche, especialmente cuando la luna se vuelve gibosa y menguante, cuando veo a ese ser. He intentado olvidarlo con la morfina, pero la droga sólo me proporciona una cesación transitoria, y me ha atrapado en sus garras, convirtiéndome irremisiblemente en su esclavo. Asà que voy a poner fin a todo esto, ahora que he contado lo ocurrido para información o diversión desdeñosa de mis semejantes. Muchas veces me pregunto si no será una fantasmagorÃa, un producto de la fiebre que sufrà en el bote a causa de la insolación, cuando escapé del barco de guerra alemán. Me lo pregunto muchas veces; pero siempre se me aparece, en respuesta, una visión monstruosamente vÃvida. No puedo pensar en las profundidades del mar sin estremecerme ante las espantosas entidades que quizá en este instante se arrastran y se agitan en su lecho fangoso, adorando a sus antiguos Ãdolos de piedra y esculpiendo sus propias imágenes detestables en obeliscos submarinos de mojado granito. Pienso en el dÃa que emerjan de las olas, y se lleven entre sus garras de vapor humeantes a los endebles restos de una humanidad exhausta por la guerra... en el dÃa en que se hunda la tierra, y emerja el fondo del océano en medio del universal pandemonio.
Se acerca el fin. Oigo ruido en la puerta, como si forcejeara en ella un cuerpo inmenso y resbaladizo. No me encontrará. ¡Dios mÃo, esa mano! ¡La ventana! ¡La ventana!
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Marxianna Jefe de mazmorras
Registrado: Jun 29, 2006 Mensajes: 588
Publicado: Lun May 19, 2008 11:15 pm Asunto :
Ohhhhh!!!!!! Me encanta este relato de Lovecrafttt!!!!! Muchas gracias Merce!!!
_________________ Deep into that Darkness peering, long I stood there, wondering, feeling, doubting (Poe)
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mercenario Alquimista del mal
Registrado: Mar 17, 2006 Mensajes: 2280
Publicado: Mar May 20, 2008 1:39 am Asunto :
si, es un gran relato me alegra que te haya gustado
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Marxianna Jefe de mazmorras
Registrado: Jun 29, 2006 Mensajes: 588
Publicado: Mar May 20, 2008 4:08 am Asunto :
Lovecraft es un grandÃsimo escritor Este relato en particular está muy bien por la aproximación directa a Dagon, que se nombra mucho en todas las historias pero se conoce más o menos poco.
Gracias de nuevo!!
_________________ Deep into that Darkness peering, long I stood there, wondering, feeling, doubting (Poe)
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DARIUS Jefe de mazmorras
Registrado: Jan 19, 2008 Mensajes: 701
Publicado: Mar May 20, 2008 10:35 am Asunto :
Gracias Merce por avivar la parte de relatos, y nada más y nada menos que con una joyita de relato como este, del maestro Lovecraft, es corto, pero intenso, y captura muy bien la atmósfera y las descripciones son impresionantes.
Saludos desde el Centro y en caÃda libre...
Darius.
_________________ <div>"Cuidado con el Ego... cuchillo de doble filo, paradójico en sà mismo, nunca atiende al Raciocinio, en su infancia le llamaban Instinto".</div><br />
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