Mucho han cambiado las formas de distribución de software si nos retrotraemos a finales del Siglo pasado. Denominaciones que, en algunos casos, sonarán a chino a los más jóvenes, acostumbrados como están a modelos que ya no guardan relación alguna con aquellas pretéritas alternativas a la comercialización y venta del artículo definitivo. Y es que, hace dos décadas también existía la posibilidad de probar un producto incompleto antes de pasar por caja y rascarse el bolsillo. O, al menos, sin dejarse buena parte de los ahorros en el intento.
La modalidad histórica más conocida de todas por parte del público usuario la constituyeron, sin ninguna duda, los programas shareware. Al fin y al cabo, fue la que gozó de una mayor repercusión a tenor de los resultados que se registraban en Estados Unidos y Gran Bretaña, principalmente.
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