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Arote acababa de salvarme la vida. La prisionera a la que había perseguido toda la jornada. Supuse que esperaba clemencia.
-Esto no te salvará. -Dije mientras le lanzaba una estocada cierta cabeza triangular se alzaba de nuevo a mis espaldas. Fallé el golpe y desvié uno de Marxi a la espalda de Arote. -Es mía.
-Habrá que verlo. -Desafió Marxi mientras Arote alzaba el hueso sobre su cabeza.
-¡Cuidado! -Nos avisó la fugada cuando usó el hueso como una maza contra la serpiente.
Marxi y yo también chocamos nuestras espadas contra aquella piel correosa y dura. Y luego contra la del otro quedándose trabadas.
-¿Se acabó la tregua? -Me preguntó con una sonrisa ansiosa en el rostro.
-Eso parece.
-Guay. -Dijo echándose hacia atrás. Di un traspiés al perder el punto de apoyo, tropezando directo hacia el filo que me tendía la cazadora de Guardián. Me salvó que en el último segundo lo apartó para defenderse de un golpe de Arote.
-¿Estáis locos? Tenemos que acabar con.. -No terminó la frase. Estaba muy ocupada tratando de esquivar un golpe que amenazaba con decapitarla.
-Aquí sólo es feliz el que está loco. -Sentenció Marxianna y se rió.
-Nikt.. -Suplicó Arote, pero en ese momento me giré. Me pareció mucho más importante defenderme de la serpiente que escuchar lo que tenía que decir.
La prisionera intentó volver a su escondite ante tanto sinsentido, pero Marxi la hizo tropezar. Unas astillas de su hueso-arma saltaron al parar un embate que trataba nuevamente de asesinarla. Arote rodó por el suelo justo para evitar la cola de la serpiente que se movía en todas direcciones. Marxi no tuvo tanta suerte y recibió un golpe que la derribó.
Agarré de la mano a Arote y la obligué a levantarse.
-Nos vamos. -Si huíamos podría matarla en un sitio más tranquilo.
Marxi se levantó del sitio, saltó a una roca y de ella al lomo de la serpiente que uso como trampolín.
-De eso nada. -Dijo mientras saltaba hacia nosotros y la serpiente de revolvía tratando de morderla.
Antes de que me diera cuenta estaba parando los ataques de la cazadora en un frenético duelo a espada.
Con un giro su espada mordió mi brazo. Marxi se rió sonoramente.
-No tienes ninguna oportunidad, peleas como un granjero.
La lucha se paró un instante. Di un paso atrás. Sentí que debía contestar eso pero no se me ocurría como. Tenía una nueva herida en mi cuerpo. Así que fui yo quien empezó a embestir. No encontraba un hueco en su defensa. Lo que no detenía con la espada, lo esquivaba con un movimiento de su cuerpo. A pesar del justillo de cuero se contorsionaba como si fuera de goma, mientras que yo sentía miles de agujas, algún incendio y otras urgencias dolorosas en cada uno de mis músculos.
Marxianna podía haber convertido cada parada en un contraataque mortal, pero no lo hacia. Me lo recordaba rasgándome con la punta de la espada. Era típico de ella divertirse a costa de sus víctimas, pero me estaba hartando de su juego. Y para ser sincero no podría aguantar mucho más.
Di una patada al suelo levantando algo de barro de la orilla del lago tratando de cegar a mi contrincante, pero sólo llegué a sus botas y sus pantalones cortos.
-Que truco más sucio. -Se burló de mi mientras miraba las manchas en su ropa. Después se abalanzó sobre mi. Saltaron chispas azules de nuestras espadas.
-Estáis locos. -Oímos a Arote. Nos reímos salvajemente y volvieron a saltar chispas con un sonoro golpe de metal contra metal.
En condiciones normales podría enfrentarme a la velocidad de Marxianna, la mejor asesina de la Mazmorra, con mi fuerza. Pero me habían encadenado, apaleado, dejado sin un ojo. Definitivamente, no era mi mejor día. Todo porque Arote decidió escapar. Ambos la perseguíamos y ambos queríamos su muerte y eso nos enfrentaba.
Además había por el medio una serpiente de unos veinte metros que nos quería comer a los tres. Así que, a parte de las pocas fuerzas que me quedaban, debía confiar en tener un golpe de suerte para sobrevivir. De verdad que lo necesitaba mucho y pronto.
Estaba luchando a espada, algún dios sabrá de donde sacó dos espadas la cazadora, con Marxi. Y mi desventaja era más que evidente. Lancé una serie de golpes rápidos más buscando obligarla a que se moviera hacia el lago de la Tumba que herirla. Con el agua por las rodillas no sería tan rápida.
Ella dio unos giros para ganarme algo de espacio y se agachó. Parecía una gata jugando con un ratón, decidiendo cuando acabaría el juego y lo mataría.
-¡Arote! ¡Quieta! -Gritó. -No me hagas salir corriendo detrás tuya.
Me detuve y giré algo la cabeza para ver a la huida que estaba de espaldas a nosotros. Se paró como un niño pillado justo en el momento en que iba a cometer una gamberrada. Supongo que por fin se había dado cuenta que ninguno de los dos la salvaría, que si la librábamos del otro era por el derecho a matarla. Así que la única opción que le quedaba era hacer uso de la mejor parte del valor. Parecía que no le iba a servir.
-Conozco la salida. Venid conmigo. -Rogó.
-¿Sabes que vas a morir por una mentira? No existe escapatoria de la Mazmorra, Arote, te engañaron. -En cierta manera me daba pena. ¿Quien no ha soñado con huir de estos muros?
-Tenéis que...
-Como des un paso más, el siguiente será con esta espada clavada en la espalda. -Esta vez la cazadora no acabó la frase con su habitual risa. Se levantó preparándose para cumplir su amenaza.
Arote tembló ligeramente y bajó el brazo donde llevaba el hueso que usaba de arma en gesto de derrota.
Y echó a correr. Hacia nosotros. Cerca de ella, de las sombras, había reaparecido la cabeza triangular de la serpiente devorahombres intentando darle caza.
-De verdad, Nikt, me estoy empezando a cansar de todas estas interrupciones para matarte.
-Tendrás que ponerte a la cola, sí. -Respondí mientras nos preparábamos para lo inevitable.
Arote nos pasó de largo y recibimos a la criatura con sendos espadazos. Nos dimos la vuelta para poder seguir golpeando, antes de que la serpiente nos pudiese encarar de nuevo.
La serpiente se revolvía en cada uno de nuestros ataques. Sin embargo no conseguíamos dañarla seriamente.
En un momento de la lucha yo quedé algo retrasado. Marxi alzó la espada sobre su cabeza para asestar un golpe. Yo estiré con todas mis fuerzas el brazo tratando de atravesar a la cazadora.
No sé que sexto sentido la avisó pero se movió en el último instante convirtiendo una estocada mortal en un arañazo en su justillo de cuero. Sin embargo el desgarrón sangraba.
Se llevo la mano a la cadera para comprobar la herida.
-Así están las cosas, ¿eh? -Apenas logré esquivar su contraataque.
Lo siento, he sido víctima de la famosa ceniza volcánica y no estuve en casa el domingo como estaba previsto. Tomad vuestra ración de espadazos, serpientes gigantes, chicas con capa y lugrubes corredores mis fieles lectores
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26. Llamadme Nikt el torpe.
Una de las cosas que no se pueden hacer a una mujer es romperle su prenda de vestir favorita. Y estaba aprendiendo la lección por las duras.
Hacia un segundo que había cortado el justillo de cuero de Marxi, la asesina más peligrosa de la Mazmorra. Con ella dentro, también es cierto. Poco importaba que ella intentase matarme a su vez. Había sido una estupidez. No sólo es difícil encontrar ropa aquí, si no que me estaba ayudando a matar a una serpiente monstruosa de unos veinte metros de largo empeñada en comerme.
Así que ahora estaba defendiéndome de los ataques de la asesina y saltando intentando evitar los colmillos de la serpiente.
No soy muy listo. Lo sé.
Paré un golpe que me hubiera decapitado y lo convertí en un ataque al cuello de la serpiente, que se había colocado sobre nosotros. Acto seguido tuve que agacharme para esquivar otro espadazo. Mi espada trazó un arco dirigido a las piernas de Marxi, pero esta saltó por encima de mi arma.
Lanzamos unos tajos a la serpiente al unisono que hizo que se retirase unos metros, lo suficiente para que la cazadora y yo nos encarásemos e intercambiáramos unos golpes.
La defensa de Marxi seguía siendo impenetrable. Sabía usar la espada y yo apenas como sostenerla. Me movía por puro instinto.
Volvimos a rechazar a la criatura. Marxi de un salto se plantó delante mía. Paré un golpe y trabé su espada con mi arma. Nuestro sudor se mezclaba intentando ganar la mano al otro. Ella sonreía aún.
-Seguro que te encantaría clavarme eso. -El esfuerzo de la pelea hacia jadear a la cazadora.
-Bueno, preciosa, lo empezaste tú. -La voz me tembló más de lo que hubiera deseado.
-Nikt, es que vas provocando.
Antes de contestar vi una sombra por el rabillo del ojo. Iba hacia Marxianna a toda velocidad y reaccioné sin pensar y crucé el puño libre en el camino entre mi oponente y lo que la amenazaba. No sé porque lo hice, al fin y al cabo estaba en pleno duelo con ella.
Se oyó un “apartate Nikt” seguido del crack que hizo la mandíbula de Arote que cayó inconsciente al suelo.
-Tendré que darte las gracias, idiota, venía a ayudarte. -Recibí una patada en el estomago que me hizo recular unos pasos. Marxianna aprovechó para clavar su espada en el morro de la serpiente que había vuelto.-Vamos a acabar con esta de una vez. -Dijo. -A ver si puedo matarte sin interrupciones.
Incitó a la serpiente para que fuera hacia ella mientras que yo recuperaba el aliento de la patada. O era muy valiente o estaba completamente loca.
La criatura picó el anzuelo. Lo que no era buena cosa en principio. Parecía un expreso lanzado a toda velocidad con destino la muerte.
Los nudillos de mis manos emblanquecieron por la fuerza que usé para sujetar la espada mientras me colocaba en posición de ataque.
Marxi no se movía del sitio sin ni siquiera hacer ademán de usar la espada para defenderse. Las fauces de la serpiente se impulsaron hacia adelante para dar una dentellada final.
Llené mis pulmones de aire mientras el mundo parecía detenerse.
Marxianna me acababa de decir que estaba harta de las interrupciones que le impedían matarme. Y parecía dispuesta a acabar con la situación dejándose matar ella.
La serpiente contra la que habíamos estado luchando iba lanzada hacia ella. Incluso a la escasa luz de la Tumba se podía ver brillar sus enormes y puntiagudos colmillos. Reptaba a toda velocidad, levantando polvo con su abdomen y hacia un extraño ruido mientras abría y cerraba compulsivamente el brazo vestigial que le quedaba. Y Marxi ni se movía del sitio. Ni siquiera preparaba su espada para atacar o defenderse. Parecía estar en trance. O tan aterrada de su propio plan que era incapaz de reaccionar ahora que parecía funcionar.
No debió tardar ni tres segundos desde que arrancó en su frenético reptar hasta que lanzó el cuello hacia adelante, la boca bien abierta, para intentar tragarse a la asesina personal de Guardián. Personalmente me pareció una eternidad.
Marxianna dio un giro en el último momento. Se pudo oír el chasquido en el aire de las fauces de aquel behemot con escamas. Llevaba tal impulso que siguió moviéndose mientras la capa de la cazadora revoloteaba. La cazadora levantó por fin su espada, mientras las pieles de cazador y presa se rozaban.
Sin darme cuenta empecé a correr hacia ellas, con mi arma en ristre y un grito de animo, sin que pueda decir a quien iba dirigido.
Marxi atacó. Lo hacia usando todo su cuerpo en el golpe. Dobló las rodillas, agachándose, agarrando la espada a dos manos, mientras su pelo tardaba en darse cuenta que la cabeza había bajado.
Dio en el blanco. La espada se hundió en la herida que yo le había hecho. La más profunda que habíamos logrado inflingirle, así que no encontró la resistencia de la coraza de escamas. Y traspasó la serpiente, y con una fuerza extraordinaria la espada quedó clavada en el suelo con un golpe sordo. Demasiado esfuerzo para un punto no vital, pensé. Como siempre me equivocaba.
El mismo impulso que llevaba hacía que la serpiente se abriese aun más la herida así que se detuvo, mientras la cazadora saltaba sobre su lomo.
Por pequeño que fuera el cerebro de la serpiente recibía impulsos de dolor, lo que hacia que su cuerpo se moviera salvajemente. Pero eso no parecía molestar a Marxi que se llevó la mano al cuello, desabrochándose el enganche de la capa y enrollándose parte en la mano.
Yo miraba sorprendido el espectáculo. Marxi dio un salto pequeño y se agarró al cuello de la serpiente pasando la capa y enrollándose la tela sobrante en la mano libre. Tironeó de la improvisada soga. La serpiente levantó algo la cabeza pero sus movimientos se hicieron mas espasmódicos amenazando con tirar a la improvisada amazona.
La cazadora clavó las botas en la correosa piel de la criatura y se levantó casi en horizontal, usando de toda su fuerza para estrangular a la bestia.
Cuestión de prioridades. La serpiente comenzó a mover la cola amenazando con soltarse del ancla que era la espada que tenia clavada.
-¿Me vas a dejar bailando sola? -Dijo Marxianna permitiéndose sólo un pequeño gemido ante el esfuerzo que estaba haciendo.
Salí de mi atontamiento y di los pasos justos para ponerme bajo la cabeza de la serpiente. Clavé mi espada con todas las fuerzas que me restaban deseando alcanzar el cerebro de la criatura. Tuve que volver a probar. Hasta que finalmente atravesé su dura piel. Medio filo entró. La sangre verdosa y caliente me resbalaba de mi mano hasta el pecho
-Aparta. -Gritó la cazadora y la obedecí justo cuando ella tomaba impulso hacia atrás y saltaba dando una voltereta en el aire para caer de pie.
La cabeza de la serpiente se vio libre de golpe de la fuerza que tiraba de ella. La resistencia hizo el resto. Todo su cuello fue para abajo y lo único que se interponía entre el y el suelo era mi espada. Por supuesto se le clavo hasta la empuñadura.
Caí de rodillas. Sabía que venía a continuación.
Marxianna por supuesto había caído de pie. Al lado del ahora tembloroso cuerpo de la serpiente. Se dio la vuelta lentamente y desenterró su espada.
Me sonrió al mirarme nuevamente y mientras caminaba como una pantera hacia mi dijo: -Espero que ahora no haya más interrupciones.
Marxi, compadécete del pobre Nikt, no? Mira que matar juntos a una serpiente une mucho.
Corre Nikt, saca una caja de bombones, un ramo de flores, algo!
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