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Juego al azar
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La Mazmorra Abandon - La mejor selección de abandonware de terror y misterio de la red :: Ver tema - Ratones en el laberinto
A ver, a verrrr ... Va a haber episodios especiales con motivo de la Navidad, pero sólo durante esa época, ya que después se retomará el ritmo normal. Es decir, que los capítulos se sucederán de la siguiente forma:
Episodio 8º -> 20 Diciembre
Episodio 9º -> 24 Diciembre (Capítulo especial de Navidad)
Episodio 10º -> 27 Diciembre
Episodio 11º -> 31 Diciembre (Capítulo especial de Fin de Año)
Episodio 12º -> 3 Enero
A partir del 3 de Enero se retomará el ritmo normal con entregas semanales. ¡Ea! Ya sabéis el organigrama
7 estaba bañado en su propia sangre y sudor. Se dirigía hacia mí con el cuchillo en alto y las cadenas que me sujetaban aguantaban mis últimos esfuerzos por liberarme. Necesitaba un milagro, pero si algo había aprendido durante mi encierro es que estos no sucedían.
-Si te sirve de consuelo, tu calavera tendrá un lugar de honor entre los otros. –Señaló hacia el montón de huesos. –Beberás mucha sangre, te lo aseguro. Me darás fuerzas para matar a muchos. ¿Estas preparado? ¿Has puesto en paz tu espíritu?
-Espero darte ardor de estomago. –Nunca me daría el tiempo suficiente para acallar a mis fantasmas así que por que no irse con una estúpida machada. A 7 pareció hacerle gracia, soltó una de sus góticas carcajadas.
-Nikt, Nikt, Nikt… Primero te desollaré, no imaginas el dolor que sentirás cuando todos tus nervios estén al descubierto, –Bien pensado tanta gracia no debió hacerle. –porque estarás aun vivo, pero no te engañes, ya no serás un ser humano. Serás sólo un animal gritón incapaz de pensar más que en el daño que te haré. Por eso te cortaré las cuerdas vocales y sólo podrás emitir un gorgoteo. Después te sacaré los ojos. Y lo considerarás una bendición, porque no podrás ver lo que te haré a continuación. Te vaciaré de entrañas y clavaré el cuchillo en tu corazón antes de que termines por desangrarte. Después…
-Ohhh ahórrate los detalles y hazlo de una vez.
-Después –repitió molesto. –herviré tu cabeza para que sea fácil pelarla. – El cuchillo bajó hasta morder carne. Sorprendentemente no la mía. 7 se había vuelto a rajar, esta vez en su palma izquierda. Gotas de sangre caían al suelo o en mis pies. –Perdón por lo que voy a hacer.
Con la mano herida sujetó mi cabeza. Grité mientras notaba sus dedos hurgar en lo que había sido mi cara y ahora, gracias a Corrie, era una masa sanguinolenta.
-No te muevas, -susurró Numérico. –no quiero estropear tu piel más de lo necesario.
Su cuchillo se deslizó por mi frente, justo en el nacimiento del pelo.
Y de repente todo se volvió muy raro. Más aún. Supongo que así son los milagros.
Todo se llenó de humo y la puerta de la celda de 7 saltó por los aires. O tal vez fuera al revés.
7 se vio lanzado hacia mí por la fuerza de la explosión mientras las astillas se nos clavaban en la piel.
-¿Pero qué… -Alcancé a decir, mientras mi torturador se giraba con un áspero gruñido y el cuchillo en alto dispuesto a atacar, más que a defenderse.
Dudé de que lo que aparecía ante mis ojos fuera el séptimo de caballería. Y si lo era estaba en el estado más lamentable que uno pudiera imaginar. Eran ocho o nueve prisioneros. A algunos los conocía y a otros no, pero lo que realmente llamaba la atención es que a todos ellos les faltaba algún miembro. Incluso dos. Empuñaban rústicas muletas y alguna antorcha. No había que ser muy listo para sumar 2 y 2, venían a vengarse y podrían ser de ayuda.
-Liberadme. –Ordené con el mejor tono que pude teniendo en cuenta mi estado. -7, te arresto por atentar contra la vida de un Vigilante nombrado por Guardián…
-Cállate. –Me mandó 7 antes de lanzarse sobre la turba con una risa enloquecida. Sí, ya había dicho que todo se volvió muy extraño.
-Oh, mierda. –Gritó uno de los atacantes cuando vio a aquella esquelética figura cubierta de sangre que era 7 saltar hacia él.
-Pagarás lo que me hiciste. –Decía otro mientras estrellaba contra la espalda del caníbal su improvisada muleta y saltaba sobre su única pierna.
La pelea se movía por toda la celda. Era un baile peligroso y ya había un par de bailarines en el suelo.
7 esquivó un golpe que pasó rozando mi cabeza. Sin quererlo podía convertirme en victima de una vendetta personal.
-Suéltame. – Pedí a uno de aquellos mutilados, uno andrajoso que sostenía un enorme palo ayudándose de un muñón donde debería estar su mano izquierda. Le habían cortado hasta el codo. –Acabaré con él por vosotros.
Me miró. Supongo que en mi estado parecía que no podría cumplir mi parte del trato.
-Cállate. –Replicó con voz gangosa mientras cambiaba de posición.
Repetí mi petición. A este le faltaban ambas manos y estaba tuerto como yo mismo. Se había atado unas afiladas estacas en las muñecas y llevaba también un cinturón con pinchos a juego. Tenía un aspecto peligroso, con su cara de pocos amigos.
-Te reconozco. Tú eres Niktgrump. Trabajas para el Guardián… así que cuando acabemos con ése, será tu turno, tío. -Para reafirmar sus palabras me dio un codazo con todas sus fuerzas en el estómago que me cortó la respiración. –Y tápate, hombre, que aunque no tengamos brazos tenemos ojos.
Sí, no sé porque parece que no le caigo bien a nadie, pero bueno... no, iba a spoilear un poco, pero mejor no. ¿Cómo escaparé? Sigan atentos al batcanal
Uy, Merce, si puedo cumplir el horario de Guardián, empezaremos el año contigo
7 le pegó una patada en la boca a uno de los prisioneros, creo que era Elmankester. Lo hizo sin esfuerzo porque a saber cuando se había comido sus piernas y el prisionero se apoyaba en una tabla con tres ruedecitas. Antes de caer de espaldas y quedar fuera de combate le había clavado un estilete en el muslo.
¿Qué sucedería antes? ¿Se acabarían los a medio comer o 7 caería ante su número? Lo cierto es que me importaba poco el resultado si no estaba libre para enfrentarme al que ganase.
Numérico giró para clavar el cuchillo en la garganta de uno de aquellos desgraciados que cayó de rodillas sujetándose la herida.
Los atacantes se frenaron un poco. Hasta ahora no había que lamentar más que heridas leves, unos moratones y quizá algún hueso roto.
Aquellos idiotas estaban dispuestos a matar pero parecía que no lo estaban tanto para morir. Así que supuse que la batalla estaba acabada. En unos segundos se darían la vuelta y saldrían corriendo de la celda de 7 y pasarían el resto de su vida temiendo que saliera a darles caza.
Me encanta tener razón, porque casi nunca la tengo. Y esta vez también me equivocaba. Una masa de músculos apareció en la puerta. No lo conocía. Era uno de esos tipos con mandíbula cuadrada que tienen aspecto de superhéroe o de galán de pacotilla, una sonrisa de una brutal confianza en si mismo dibujada en sus labios, o de estupidez supina. Llevaba una camisa que hacia mucho tiempo debía haber sido blanca y unos pantalones de pana roídos. En vez de mano derecha llevaba una sierra mecánica atada de alguna forma a su muñón. Caminaba como si los hombros intentaran separarse de su tronco. Los que rodeaban a 7 se apartaron un poco para dejarlo pasar mientras que entraba algún mutilado más a la zona de guerra.
-Bien, cerebro primitivo, se te acabo lo de comernos. Hay un nuevo héroe en el barrio. –Dijo el recién llegado afirmando sus pies en el suelo. Resultaba ridículo y odioso en su jactancia. Tiró de la cuerda para arrancar la motosierra. El motor tosió pero sólo eso. Tiró nuevamente con el mismo resultado. Miró a los ojos de 7 con algo de miedo, levantando una ceja.
7 corrió hacia él con el cuchillo en alto. El recién llegado salió corriendo mientras daba más tirones intentando poner en marcha su sierra.
-Protegedme, joder. No sois más que carne de cañón. –Decía mientras corría en círculos empujando a quien se pusiera delante.
Finalmente el motor se decidió a arrancar. Algunos gritos de jubilo estallaron mientras que el de la sierra mecánica soltó un “ja” lleno de autosuficiencia.
-7, libérame, –Estaba diciendo yo, pues la carrera había terminado cerca de donde yo estaba encadenado. –son demasiados, no podrás… -No pude acabar la frase pues mi captor me golpeó, dejándome de nuevo sin respiración.
-Que te calles. –Ordenó resollando y sin mirarme. Toda su atención se dirigía al que empuñaba la motosierra y su pequeño ejercito de mutilados, que se habían reagrupado.
Aquella maquina asesina tronó por la celda acompañado por un coro de risas enfermizas. El prisionero que empuñaba la sierra se lanzó en pos de 7, que estaba a mi lado. Este saltó a un lado, yo no podía mientras veía a aquella mole acercarse peligrosamente a mí.
Saltaron chispas encima de mi cabeza y cerré los ojos temiendo el momento en que sintiese el dolor de un brazo amputado. Noté como caía mi mano y golpeaba mi cadera, pero no llegó al suelo. Continuaba pegado a mi cuerpo. Sólo había cortado cadena.
Cuando el prisionero se dio cuenta de que 7 estaba todavía indemne salió lanzado contra él, sin fijarse que me había liberado, al menos en parte.
Yo, con la mano libre, tironeé de las cadenas con todas mis fuerzas, que eran pocas en esos momentos, traté que mi mano se deslizase por la argolla. Mientras que a mi alrededor se originaba un nuevo torbellino de movimientos y caos, yo respiraba entrecortadamente por un esfuerzo inútil.
Aquella bestia de la motosierra hirió a uno de sus compañeros, que 7 había interpuesto entre ambos. La sangre del infeliz lo empapó dándole el aire de un loco.
Miré a mí alrededor buscando algo que pudiera alcanzar y que me sirviera para romper las cadenas.
7 volvió a esquivar un nuevo embate, aprovechando el movimiento para golpear en los riñones a su oponente. Este se dolió con un grito furioso y volvió a atacar.
Pasó junto a mí de nuevo el prisionero sin manos que me había golpeado antes.
-Libérame. –Le pedí nuevamente. Se revolvió hacia mí. Esta vez apuntándome con las estacas que suplían su falta de manos.
Antes de que pudiera decirme “Cállate” otra vez, le estrellé la cadena que colgaba de mi muñeca en su cara.
-Te di dos oportunidades. –Dije confortado por lo estúpido de mi venganza. Una silla impactó contra mi cara. Miré atontado pero nadie parecía prestarme atención. 7 les estaba dando los suficientes problemas como para que se preocupasen por mí.
Mi compañero caníbal parecía tener al menos ocho brazos defendiéndose y atacando y en el suelo había cada vez más cuerpos. Algunos gemían pero otros permanecerían callados para siempre.
Un cuchillo rodó hasta casi mis pies. Una mano aun agarraba con fuerza el mango.
Alguien, creo recordar que fue Nizcoz, salió de la celda de 7 agarrando con la mano izquierda el muñón donde antes estaba su mano derecha.
La mano derecha de Nizcoz estaba a mis pies, agarrando un cuchillo. Estiré mi pierna todo lo que me permitían las cadenas, pero no llegaba. Sentí que el hombro se me descoyuntaba cuando traté de alcanzarlo con la mano que me había liberado el loco de la motosierra.
7 estaba cubierto de sangre, suya y de otros, y arrinconado. Blandía el enorme cuchillo de carnicero casi sin fuerzas a su alrededor intentando imponer distancias.
-Malditos seáis. –Gritó el jefe de la banda imponiendo su voz sobre el atronador motor de su motosierra. -¿Queréis acabar de una vez con él? Está acabado.
Numérico emitió una carcajada y antes de que otro se le adelantara, se lanzó sobre uno de los prisioneros clavando su arma en las tripas.
Estiré la pierna todo lo que el juego de las cadenas me permitía, pero el cuchillo de Nizcoz quedaba fuera de mi alcance. Sí sólo pudiera… eché hacia atrás el tronco, intentando ganar los milímetros que me faltaban. La mano libre quedaba más lejos que mi pie, incluso con el resto de cadena que seguía atada a mi muñeca.
Todos se apartaban de 7 intentando evitar sus furiosos cortes.
-¡Castelvet! –La voz de 7 estaba ronca de la furia. –Ni siquiera comeré tu carne. Será para las ratas.
La motosierra de Castlevet se aceleró mientras él plantaba los pies en el suelo para hacer frente al ataque de 7. No pudo evitar que el terror apareciera en sus ojos.
El caníbal golpeó en el rostro a Holamatu, que cayó al suelo con la nariz rota, antes de alcanzar al cabecilla.
7 dio un giro para esquivar la torpe estocada de Castelvet. Era una pelea poco justa. Con el cuchillo Numérico tenía que acercarse mucho a Castelvet, cosa que este no permitiría empuñando una sádica motosierra. Pero ninguno de los dos parecía preocuparse por eso.
La suya era una danza mortal y ruidosa. 7 se movía alrededor de su enemigo intentando encontrar un hueco donde su cuchillo mordiese carne, mientras que el otro parecía encontrarse siempre tras el muro de la cadena y el humo de su sierra.
A su alrededor los “a medio comer” hacían corro ante los luchadores sin atreverse a participar, ni siquiera dando aliento a su jefe.
7 atacó el costado y si Castelvet no se hubiese movido en el último momento habría provocado algo más que un rasguño. Rompió su concentración al dar un pequeño salto de sorpresa al notar el frío cuchillo rasgando su sucia y vieja camisa y el pequeño corte. 7 aprovechó para girar y lanzar su cuchillo a la garganta del prisionero. Pero el tiro erró, hay que concederle que sólo por pocos unos centímetros yendo a estrellarse contra la pared.
Viendo a Numérico desarmado, Castelvet emitió una carcajada anticipando su victoria sobre el que había sido su torturador. Antes de poder hacer algo al respecto 7 forcejeaba con los restos del ejército de desarrapados que trataban de atraparlo, mientras Castelvet aceleraba su sierra mecánica y se encaminaba hacia el tumulto acelerando su motor.
Aquello parecía a punto de acabar y yo caería en manos de gente que si bien no me comería, me tenía el mismo aprecio que mi captor. Ni siquiera estaba muy seguro de que no les serviría de cena. Estiré frenéticamente las piernas pero el cuchillo seguía fuera de mi alcance.
Tres prisioneros sujetaban a 7. Castelvet se puso delante de él y bajó un momento su ruidosa arma.
-Ahora pagarás lo que nos has hecho. Ya no nos atormentarás más. No nos cazarás nunca más amparado en la oscuridad creada por Guardián. Quemaremos tu cuerpo, sólo quedará de ti unos huesos que recordarán que no se puede dañar a Castelvet sin que este tome venganza. ¿Tienes unas últimas palabras? ¿Te arrepientes de lo que has hecho?
Era un discurso que Castelvet había preparado más para sus seguidores que para su enemigo. Eso lo hacia peligroso. Hoy era 7, y bueno yo, que resultaba un regalo inesperado. ¿Cuánto tardaría en reunir a un puñado de descontentos y liderar una rebelión contra el Guardián? Dales la promesa de algo mejor y unas muertes que prueben tu poder y pronto reunirás un ejército. Descontentos hay muchos. Y mesías también. Podría unírsele uno de los secuaces de Guardián, cansado de esperar su oportunidad de tomar mas poder. Pero es una rebelión sin esperanza que teñiría de sangre los muros de La Mazmorra.
Y era demasiado oportuno que Castelvet hubiese atacado en ese momento. ¿Alguien conocía los planes de Corrie y utilizaba a ese desgraciado para desbaratarlos? Incluso pensé si no se trataría de un doble juego de Corrie para hacer desaparecer a 7 que era alguien muy peligroso.
7 emitió una carcajada baja y espantosa llena de demencia y maldad que se apagó de repente.
-Hazlo. –Dijo amenazadoramente.
Y Castelvet lo hizo. Alzó su motosierra y descargó el golpe.
Me parece que con la fiesta de fin de año se le ha pasado Nikt, si entras mañana publícalo durante el día y ya el siguiente lo dejamos para el martes o miércoles, ¿ok?
-A qué esperas. –Le dijo Numérico a Castelvet. Se refería a que este le matase. Se habían necesitado a tres hombres para inmovilizarlo y ahora el jefe pensaba desmembrarlo con su sierra mecánica.
En las décimas de segundo en que la sierra trazaba su arco mortal 7 tiró por sorpresa y tan violentamente de su brazo derecho que la cadena de la motosierra se hundió en la espalda del que le sujetaba que dio un espantoso chillido mientras empapaba de sangre a los que le rodeaban.
Castelvet volvió a atacar. 7 lanzó una patada lateral a la maquinaria del aparato que hizo desequilibrar a Castelvet el tiempo justo como para que él se desembarazase del único que quedaba agarrándolo.
Castelvet estaba furioso. Sin tomar ningún tipo de precaución se lanzo contra 7 que le esperaba y que pateó nuevamente la sierra por el motor. Castelvet estuvo a punto de matar nuevamente a alguno de sus propios compañeros, mientras trastabillaba otra vez, que se apartaron y alguno optó por huir de la celda del caníbal.
Tres veces cargó contra 7 y el resultado fue el mismo. Patada y Castelvet salía tropezando hacia otro lado. A la cuarta la sujeción que unía el muñón con la sierra mecánica se rompió y la herramienta voló.
El pánico cundió entre las filas de Castelvet que salieron corriendo en todas direcciones.
Y ahora vuestro fiel servidor, Niktgrump, vuelve a ser la estrella de la función. Uno de los que huían lo hizo hacia el lugar equivocado: hacia mí. Y cuando cayó con la sierra clavada en su espalda empujo el cuchillo de Nizcoz, el que yo estaba intentando conseguir, haciendo que se deslizara unos centímetros. Los justos para que quedase al alcance de los dedos de mis pies.
Lo atraje hacia mí. Miré alrededor. Aquellos seguían luchando, ahora con las manos desnudas, pero yo tenía cosas más importantes en que pensar. No podía agacharme lo suficiente como para cogerlo, así que lo puse debajo de mi pie y lo levante todo lo que pude, temiendo que se me escurriese y perdiese definitivamente mi oportunidad.
Ahora venia la parte imposible de la jornada. Me incline todo lo que pude y traté de pasar el último eslabón del trozo de cadena que colgaba de mi muñeca por el filo del cuchillo mientras musitaba “venga, venga” y notaba el sudor escociéndome la herida que antes había sido mi cara.
Cada intento fallido era una maldición, pero al final lo conseguí. Tiré de la muñeca inmediatamente, sin pensar en todo lo que podría salir mal. El cuchillo se levantó del suelo, pasó ante mis ojos, temí oír como se estrellaba contra el techo y salía fuera de mi alcance o que su filo se clavaba en mi carne. Pero de pronto note su peso en mi mano, el tacto del mango de madera en mi mano cerrada.
Me juré que le daría las gracias a Nizcoz por su ayuda, aunque hubiera sido involuntaria.
Ya tenía el cuchillo… ahora… ahora… fue en ese momento cuando me di cuenta de que no me servía de nada. Su filo no podría cortar las cadenas de acero y se mellaría mucho antes de que pudiera forzar los candados. Sólo había una solución, y aunque reconozco que la idea de implantarme una sierra mecánica me parecía muy atractiva, no lo era tanto amputarme la mano.
7 saltó sobre Castelvet y ambos rodaron por el suelo mientras intercambiaban puñetazos. Ya sólo quedaban ellos dos. Los giros que había dado la pelea convencieron a todos que el resultado era demasiado incierto como para quedarse a verlo.
7f4df451 quedo debajo de Castelvet que aprovecho para inmovilizarlo y comenzar a golpear salvajemente su cara.
Yo estaba decidido a mutilarme. Sólo quería salir de allí como fuera. Acerqué el cuchillo a la muñeca que permanecía atada y lo separé. Lo volví a acercar lentamente, calculando la fuerza que necesitaría para cortarla de un solo golpe. Me preparé mentalmente cuando nuevamente nos interrumpieron.
La entrada de los hombres-topo hizo que Castelvet parara sus golpes. Rápidamente fue alzado por un par de estos guardias. 7 rodó para evitar que lo tomaran y cogió el cuchillo que antes había lanzado al cuello de su rival.
Nadie pudo pararlo, de un salto se plantó frente a Castelvet y le hundió el cuchillo en la garganta, por encima de la nuez hacia el cerebro.
-Te lo dije, sólo alimentarás a las ratas. –En la voz de Numérico se mezclaban cansancio, rabia y euforia mientras media docena de hombres topo lo miraban fríamente con sus ojos vacíos.
-Llegáis tarde, -Me quejé. –pero no diré nada si me bajáis de aquí. –En realidad ya lo estaban haciendo pero me sentía exultante. –Soy Niktgrump, Vigilante de Guardián y os ordenó que apreséis a ese hombre.
Pero aquella guardia parecía sólo interesada en no dejarnos salir y 7 no ofrecía ningún tipo de resistencia, en realidad parecía un cascarón vacío.
Me fui hasta él, caminando grotescamente por el entumecimiento de mis piernas, creyendo que cada paso me tiraría al suelo.
-Prendedlo os digo. –Ni los hombres-topo, ni 7f4df451 se inmutaron. Cargué todo mi peso en el puño derecho y lancé un puñetazo a la mandíbula de mi captor que si bien me hizo daño en los nudillos, a él lo derribó. -¿Es que tengo que hacerlo yo todo?
Los soldados que hasta el momento habían estado vigilantes, se pusieron más agresivos rodeándome.
-Soy Niktgrump, Vigilante del Guardián. –Repetí mientras aquellos grotescos zombis tomaban posiciones. –Ese hombre debe ser detenido por intento de homicidio… a la mierda. –Terminé mi discurso pues no parecía tener ningún efecto en aquellas criaturas. Corrí hacia la puerta estrellando mi cabeza contra la jamba. Con un ojo menos las distancias habían cambiado.
Antes de perder la conciencia noté como unas manos me agarraban y levantaban mi cuerpo.
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