Election '92 o cómo celebrar unas elecciones presidenciales a base de tartazos
Fecha Miércoles, 08 marzo a las 09:32:02
Tema Juegos Clásicos


3 de noviembre de 1992. Todos los medios de comunicación abrían sus respectivos espacios de noticias para hacerse eco del triunfo de Bill Clinton en las quincuagésimas segundas elecciones de los Estados Unidos, resultando elegido presidente (cuadragésimo segundo de su historia) el candidato demócrata.

Una carrera hacia la Casa Blanca que tuvo tres nombres propios tras meses de intensas primarias: Bill Clinton (Partido Demócrata), George H. W. Bush (Partido Republicano) y Ross Perot (candidato independiente). Y es que, pese al bipartidismo que ha caracterizado siempre al país, el multimillonario empresario texano obtuvo ni más ni menos que casi 20 millones de votos (18,91%) contra los 39.104.500 (37,45%) del hasta entonces presidente estadounidense y los 44.909.806 (43,01%) del que fuera gobernador de Arkansas.

Sin embargo, la lucha por la presidencia la acabarían librando principalmente estos dos últimos, cayendo la victoria del lado demócrata con un total de 370 votos electorales frente a los 168 de los republicanos.



No sería la única batalla, puesto que un desarrollador norteamericano llamado John Di Troia daba a conocer poco antes de la celebración de los comicios un singular y disparatado método para escoger al candidato idóneo. El programa se distribuía bajo licencia shareware, permitiendo así su uso de manera gratuita por cualquiera. Una vez probado, el usuario podía enviar si lo deseaba 5 dólares al creador como reconocimiento por su trabajo o 9 dólares si además quería recibir en su domicilio una copia registrada en formato físico.

Por lo que respecta al funcionamiento, "Election '92" presentaba la acción al más puro estilo arcade con sus protagonistas (Clinton, Bush y Perot) debidamente caricaturizados. No en vano, lo que se pretendía era que las decisiones y la habilidad del jugador tuvieran una influencia directa en el resultado final.



Así, el objetivo del usuario no era otro que emprenderla a tartazo limpio con aquellos dos candidatos que no se correspondieran con su ideología política. Tan simple como esperar a que asomasen la cabeza por la cortinilla de la cabina de votación para realizar un certero lanzamiento e impedir su voto. Como es lógico, el candidato que hubiera recibido menor número de tartazos resultaba ganador de este particular proceso electoral. Pero si se producía un empate o ninguno de ellos obtenía más de un 50% de los votos, entonces la decisión recaía en el Congreso.

No cabe duda de que se trataba de una divertida forma de aliviar tensiones en las semanas previas a las elecciones presidenciales de aquel año. Eso sí, su autor dejaba claro que no se recomendaba este procedimiento en la vida real, a la vez que animaba a votar a todos.


Guardian_Misterioso








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