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"Las aventuras de Ognimod", parte II
 
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Ognimod
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Registrado: Nov 03, 2008
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MensajePublicado: Vie Abr 13, 2012 7:23 am Asunto: "Las aventuras de Ognimod", parte II Responder citando

¡Porque... como dos personas nada más lo pidieron! Laughing Estoy escribiendo la continuación de aquel horror que tuve la poca vergüenza de hacer protagonizar por un avatar de mí mismo. Voy a ir colocándola por aquí.




El año pasado, unos asesinos usurparon la identidad de un grupo de “activistas” e intentaron exterminar a la especie humana.

Fallaron.

El hombre que se los impidió prefirió, irónicamente, permanecer en el anonimato, y el presidente de su país terminó atribuyéndose el haber desbaratado los planes de los asesinos.

Sin embargo, alguien había estado oyendo rumores que contaban la verdad que estaba dispuesto a sacar a la luz, y no precisamente para beneficio del hombre desconocido…

----------------------------------------------------------------------------------------------------------

Capítulo 1

La habitación entera no había sido ventilada en semanas, y el escritorio estaba desordenado más allá de poder acomodarlo, pero el ocupante de ambas cosas estaba tan perezoso que se le olvidaba hacer algo al respecto. Era un milagro el que siquiera se acordara de cepillarse los dientes. No había estado tan desaseado en años, y no era precisamente a propósito. Era, sencillamente, que se había vuelto más descuidado que nunca.

Casi no oye la alarma que le daba las diez y media de la mañana, y para cuando lo hizo le tomó un largo rato percatarse siquiera de que se había despertado. Su primer instinto fue revisar a ambos lados suyos, para comprobar si su acompañante permanecía junto a él. No; se había caído de la cama otra vez. La recogió a toda prisa, le sacudió el polvo y le dio un beso en la mejilla, para luego abrazarla como si fuera a escapársele, como si de ello dependiese la vida de ambos, pues así abrazaba él a aquellas mujeres que, sin ser parientes suyos, verdaderamente adoraba. Desgraciadamente, él no conocía en persona a ninguna mujer así. Había una, pero por convenio de ambos, no se habían visto en un año. Y la que dormía con él estaba hecha de tela y algodón, así que no era precisamente apropiado referirse a ella como una mujer.

Ognimod extrañaba tanto a Ivory que se había comprado una ardilla de peluche para que le hiciera compañía por la noche. Contra lo que pudiera esperarse, el peluche llenaba bastante bien el vacío dejado por Ivory, ya que al fin y al cabo Ivory también semejaba estar hecha de algodón; así de suave y acariciable era su pelaje; así de enternecedora y agradable era su presencia misma. Pero, pese a todo, Ivory podía devolver los besos, los abrazos, las miradas que llegan al alma, en las que es posible perderse por horas, que alteran el curso del tiempo poco a poco hasta detenerlo completamente, hasta que todo el entorno parece desintegrarse y desaparecer ante lo imposible de concentrarse en algo más. El peluche, lastimosamente, no podía.

Ognimod era un zorro rojo común, pero tenía estatura humana, andaba erguido sobre sus patas traseras (además de que era plantígrado), hablaba, tenía pulgares oponibles y llevaba ropa; sin mencionar que tenía pelo en la cabeza como los humanos, y usaba anteojos. Esto quería decir que era un animal antropomórfico (él prefería “humanoide”), que ciertos individuos humanos, a los cuales él no conocía en persona pero de los que sabía un montón de cosas, llamaban “furry”. La historia de su vida no será resumida aquí, pero valga decir que sus antepasados provenían del Furriverso, sitio poblado casi exclusivamente por furries. Al parecer, mientras la familia de su madre viajaba en barco a principios del siglo 16, durante una misión de conquista, acabaron de algún modo en la Tierra de los humanos. De ahí al siglo XX los detalles son bastante más desconocidos, pero Ognimod lo prefiere así.

Ivory, por su parte, era también un animal antropomórfico. En su caso, era una ardilla rosada con una grande y frondosa cola blanca, que le merecía su sobrenombre. Ella y Ognimod habían sido novios desde hace cinco años, pero ella había aparecido en la Tierra huyendo de sus padres. O eso suponía Ognimod, considerando aquella vez que se habían peleado y ella había hablado de “asumir su responsabilidad ante ellos”. Nunca le había interesado saber qué había pasado para que ellos la echaran de su casa (o bien, para que hubiese escapado), y no le interesaba ahora. Ni tampoco le interesaba saber cuál era su nombre auténtico. Pero ella despedía constantemente una curiosa aura de familiaridad, como si la hubiese conocido desde el mismo instante en que empezó a desarrollar uso de razón. No era posible, pero… la impresión que dejaba era fuerte, sí.

No habían roto. Después de una pelea, y de una posterior reconciliación, ambos habían acordado que ella lo abandonara por un tiempo, ya que quería descansar de él y de lo obsesionado que estaba por ella. Él prometió que nunca más se justificaría al respecto y le dio la razón. Había pasado un año de eso, y ya la extrañaba con toda su alma…

Pero una semana atrás, logró contactarla, hablaron un rato, y a ella se le ocurrió invitarlo a almorzar. Ognimod prefirió pagar su propia comida, de modo que pasó el resto de esa semana haciendo trabajos para los vecinos, lo que solía hacer cuando estaba necesitado de dinero. Hoy, precisamente, era el día en que se iban a reencontrar.

Cuando terminó de levantarse de la cama, lo primero que hizo fue vestirse. Se sirvió el desayuno, comió, se lavó los dientes y se peinó. Acto seguido, salió a la calle a esperar a Ivory.
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Ognimod
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MensajePublicado: Vie Abr 13, 2012 7:53 am Asunto Responder citando

Capítulo 2

Habían elegido adrede el pequeño restaurante del centro comercial, bastante modesto, al que era fácil llegar desde casa de Ognimod a pie.

Ivory había llegado al restaurante antes que Ognimod. Estaba afuera del local, sentada a una mesa circular de hierro aguantada sobre un poste con una base, en cuya cima había una sombrilla decolorada de plástico. Tenía la mirada perdida, como soñolienta. No la aburría esperar, sino tener que quedarse mirando a la gente mientras lo hacía. Nunca había estado interesada en el cómo vivían los humanos, y de hecho procuraba evitarlos; no se le hacían muy de fiar. Todo lo contrario a Ognimod, admirador eterno de la especie humana desde pequeño a pesar de haber sufrido bastantes maltratos por parte de éstos en múltiples ocasiones. Aunque tendía a generalizar a grupos reducidos de personas que no eran de su agrado, era de la opinión que la inmensa mayoría de la especie humana consistía de gente honesta y buena, y aunque abundaran los indeseables, su sola existencia nunca bastaría para restarle méritos a la buena naturaleza del resto. “Admiro su posición,” había pensado Ivory una vez, cuando la cuestión le vino a la mente. “Con tantos radicales anti-humanidad que hay dando vueltas por ahí ahora, y con el modo que tienen de dar mal nombre a cualquiera que sea incluso mínimamente precavido alrededor de los humanos, es un alivio que Ogni sepa distinguir entre ellos y nosotros.”

Ognimod solía decir que Ivory era una de esas chicas que ya no abundan: la que defiende la igualdad de derechos sin interpretarla como “los hombres no merecen respeto”. Ella le agradecía por haberla rescatado en aquella ocasión, pues de todos modos no hubiera podido salir sola; pero cuando era capaz de defenderse sola, lo hacía como los mejores. Nadie sabía karate como ella. Además, era muy avispada y a menudo tenía la capacidad de ser bastante mordaz. El uniforme de colegiala (blusa blanca, corbata y falda roja a cuadros) no era más que por diversión.

Ognimod entró al sitio sin que ella lo viera. Allí estaba, observando a nadie en particular, expectante. Continuaba siendo igual de adorable que hace cinco años, que hace un año. Parecía como si no hubiese envejecido ni un segundo... No pudo evitar suspirar como un cachorro.

Se acercó a ella y la saludó. Ella volteó a verle y sonrió, como diciendo “sabía que vendrías”. Le ofreció asiento, y él se sentó enseguida frente a ella.

-¿Cómo estás, Domingo? –preguntó ella.

Ognimod pensó muy brevemente en lo absurdo de su sobrenombre (su madre lo había elegido para él), que no era más que su nombre propio deletreado al revés, antes de contestarle.

-Yo bien, ¿tú?

-No muy mal. Además de que tu mamá y tu hermana se odian, no me puedo quejar… ¿Has hecho algo interesante en estos días?

-Nada de nada, pero… tampoco puedo quejarme.

-Entonces será difícil que se te ocurra de qué hablar –Miró a los lados, como para comprobar que nadie los observaba, y se acercó más a él-. ¿Ni siquiera has sabido algo de… ellos?

-¡Ah, sí! –respondió Ognimod tras hacer un esfuerzo por recordar-. El día después de que te fuiste, aparecieron los de verdad en televisión… excusándose. Explicando que los asesinos no eran ellos y que harían todo lo posible para… ayudar a las víctimas. -Su voz adquirió un tono de sorna-. Sí, cómo nié. Que los asesinos no son ellos es verdad, pero que son capaces de ayudar a alguien sin esperar nada a cambio… ¡ja! El que no los conozca que los compre.

Se estaba refiriendo a Anónimo, que oficialmente se trataba de un grupo de activistas por la libertad que operaban desde la red de Internet y que hacían enemigos muy fácilmente. No le caían muy bien, pero tampoco le molestaban demasiado, y rara vez hablaba de ellos. En cambio, un año atrás, un ejército de sujetos que decían actuar en nombre de Anónimo habían puesto en marcha un plan para eliminar completamente a la especie humana, y él, actuando por instintos que no sabía que tenía, se enfrentó a ellos y echó a perder su plan, descubriendo que su líder resultó no provenir del planeta Tierra. La visión del Líder, demasiado horrenda como para describirla con palabras, todavía atormentaba brevemente a Ognimod, muy de vez en cuando.

-Lo que tú digas –respondió ella, no dando importancia a la evaluación que había dado Ognimod sobre la moral de Anónimo-. Pero, qué cómico; te encanta de lo lindo decir que eres muy torpe, y sin embargo debes haber corrido como dos mil kilómetros, y ni hablar de caerte a golpes con un tipo que era más alto y más viejo que tú. ¿Será que… eres más, ejem… “especial” de lo normal? –Le dedicó una mirada medio de complicidad, medio burlona.

-No sé. No sé cómo lo hice. Por alguna razón sabía que tenía que salvarte y deshacerme de esos maniáticos, pero… no sabía por qué. Sólo al final fue cuando entendí…

-Me amabas, ¿no? Me amas tanto que no habrías soportado pensar que yo podía morir sin que nos reconciliáramos.

-Eso hubiera dado igual. Lo que me aterraba era pensar que ibas a morir, punto… Ivory, tú eres la única persona que conozco que tiene la paciencia para lidiar con alguien como yo. Me dolería perderte.

-No te creas, oh gran marginado. No es tan fácil aguantarte. Pero es cuestión de hacer el esfuerzo, supongo.

-Sí… supongo.

Pasaron unos segundos.

-Bueno, ya –dijo Ivory rápidamente-. ¿Qué vas a pedir?

-¿Debería decírtelo? Tiene que ver con… res.

-Y… ¿eso es malo?

-No para mí, pero…

-Entonces, ¿qué puede tener de malo para mí? Yo invito.

-No, tranquila. Ahorré para hoy. No hace falta que gastes dinero por mí.

-¿Esto es una competencia para ver cuál de los dos es más considerado con el otro? –Soltó una risita. Ognimod no pudo evitar sonreír. Era tan enternecedora cuando reía…

Llamaron al camarero. Ognimod pidió una carne asada y Ivory, que era vegetariana, pidió una ensalada. Ambos prefirieron tomar jugo. Siguieron conversando mientras llegaba la comida.

-Lo que no entiendo, Ogni –dijo Ivory en cierto momento de su conversación-, es por qué le dijiste al presidente que salvar el país era “tu deber”. Además de que eres el primero en olvidarse de cumplir con sus obligaciones, ¿qué te hace suponer que el bienestar del país depende de ti?

-No lo sé. La verdad es que no sé por qué le dije eso. Sonaba bien… Hace rato… que cada vez que recuerdo eso, pienso “¿para qué se lo dije? ¿quién me creo que soy?”. Pero sí creo que hice bien en pedirle que no se lo dijera a nadie. Como me estoy sintiendo ahora… es decir, que me siento como si todo eso hubiese sucedido a propósito para ensalzarme a mí mismo… mejor es que nadie me lo recuerde.

-¿De verdad no te gustaría que te reconocieran por haber hecho eso?

-¿Y volverme loco? ¿Y que se me suba la fama a la cabeza, o algo peor? No… no sería capaz de soportarlo. No, Ivory. Prefiero seguir siendo igual de desconocido que siempre. En el fondo… es mejor. No quiero olvidarme de quién soy ni de dónde vengo.

Llegó la comida (Ognimod comió con cierta vergüenza, aunque ella insistía en que no se preocupara tanto por lo que pudiera pensar de él), y una vez hubieron terminado, Ivory se compró una barra de chocolate, que le encantaban, y ambos se sentaron en la entrada del centro comercial.

No se habían sentado uno al lado del otro en años. La sensación era como la que transmite volver a ver por primera vez una película que no se ha visto en mucho tiempo; los recuerdos los ponían felices y nerviosos al mismo tiempo, como si tuvieran la idea de que no debían hacer eso, y sin embargo no querían que se detuviera. Les fascinaba.

Se voltearon a ver. Ognimod acarició las orejas de Ivory.

-¿Hace cuánto no hago esto…? -preguntó, más para sí mismo que para ella.

Los dos se dieron un beso en los labios, el cual les hubiera gustado mucho prolongar más allá de un solo instante. Pero, ay, Ivory se tenía que ir. ¿Qué se le iba a hacer? Resignación, se decía Ognimod. Resignación.

Ambos salieron del lugar y tomaron caminos separados. Ivory volvía a casa de la madre de Ognimod, el único lugar que tenía cerca. Ognimod, por su parte, regresaba a su apartamento.

“Me fue bien,” murmuró Ognimod para sí. “Al final, me fue bien…”

Avanzaba con determinación, tarareando para sí. A su juicio, estaba bastante satisfecho.

En su euforia, no llegó a darse cuenta de que dos hombres lo estaban siguiendo.
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Ognimod
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MensajePublicado: Mie Abr 18, 2012 9:42 pm Asunto Responder citando

Capítulo 3

Ognimod se había acostado a dormir temprano, lo cual en él era muy inusual. Debían ser alrededor de la una y media o las dos de la madrugada. Hacía rato que no sujetaba el peluche. Tenía pensado volver a levantarse temprano mañana, a ver si era capaz de luchar contra el trastorno del sueño que le impedía dormir de noche. Estaba por despertarse más temprano de lo que había programado, pues una voz retumbaba en su cabeza, llamándolo por su sobrenombre.

Él soñaba, sin prestar atención.

Sólo despertó sobresaltado y exclamando en voz alta cuando la voz finalmente le empezó a gritar. Respiró aceleradamente, tratando de mantener la calma. La voz le gritó de nuevo y él volvió a exclamar de terror. Empezó a mirar frenéticamente en todas direcciones, como si esperara encontrar frente a él a un loco obsesivo que lo perseguía.

No había ninguno. Nunca había ninguno.

Se aferró al peluche en un intento de mantener la calma. Se acostó de nuevo, agarrándose al peluche con todas sus fuerzas. Trataba, como mejor podía, de no pensar más en lo que había pasado.

“¡OGNIMOD!”, gritó la voz por tercera vez.

-¿QUIÉN ESTÁ AHÍ? –exclamó Ognimod-. ¿Quién habla?

“Levántate”, dijo la voz.

Ognimod no daba crédito a sus oídos. ¿Cómo se le ocurría que alguien iba a meterse a su casa y gritarle en medio de la noche? Estaba delirando. No, no estaba delirando. Él jamás había sufrido de alucinaciones de ningún tipo.

-¡NO ESTOY LOCO! ¡Y NO VOY A DECIRTE QUÉ SÍ ESTOY! –rugió, como si la voz imaginada pudiera oírlo. Para su sorpresa, la voz le contestó (¿o no?), en un tono muy sereno:

“Lo primero es cierto, y concuerdo en no hablar de lo segundo.”

Ognimod se desesperaba más. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué era aquella voz y por qué la estaba oyendo? Curiosamente, la voz no parecía provenir de ningún lugar de su habitación; más bien se oía como si saliera desde enfrente de él. Como si un ser invisible le hablase cara a cara.

“Comprendo tu perplejidad,” dijo la voz, “pero no había otra forma de presentarme a ti en un sitio tan oscuro. Si deseas verme cara a cara, abrígate y sal al estacionamiento.”

-¡Ni loco que estuviera! –dijo Ognimod, aún no muy seguro de que la voz estuviera oyéndolo de verdad-. ¿Cómo sé que no quieres hacerme daño?

La respuesta de la voz fue más allá de cualquier argumento que Ognimod podría haber esgrimido.

“Conozco a Ivory.”


Ognimod, aún en pijamas, y con una chaqueta azul puesta, se encontraba parado afuera, en el estacionamiento del edificio en el que vivía. Desde su posición se podía ver los tres edificios de enfrente; el del centro era blanco, y él no pudo evitar mirar melancólico a la ventana del octavo piso, del lado derecho. Ahí había vivido alguien a quien tenía en mucha estima, pero hacía más de diecinueve años que no se veían. No por haberse peleado, ni nada. Cosas del paso del tiempo. Aún así, Ognimod siempre se quedaba viendo aquella ventana. Era un reflejo condicionado que tenía.

La luna era llena, y brillaba desde lo alto del cielo como nunca antes. A Ognimod le fascinaba mirar la luna. No sabía por qué, pero lo hipnotizaba casi tanto como los ojos de Ivory. Algo había de enigmático en aquel inmenso resplandor blanco puesto contra las nubes, algo inexplicablemente atractivo. No obstante, Ognimod no tenía nada en contra del sol, y a menudo lo admiraba de la misma forma. Llegó a admirar a ambos por igual de forma bastante simbólica unos dos años después, pero ese es un tema innecesariamente delicado, que no será tratado aquí.

De improviso, la luna brilló más fuerte que hace unos escasos segundos. Casi tanto como el sol al mediodía. Ognimod cerró los ojos enseguida y volteó lejos del cielo, echándose para atrás. Al abrir los ojos de nuevo, observó atónito cómo la luna estaba proyectando un haz sobre el suelo, justo donde él había estado parado. El haz era perfectamente visible a pesar de que no había niebla, polvo o cualesquiera otras partículas sólidas que lo atravesaran. Era tan ancho como una persona, y se podía ver con impresionante claridad incluso en su origen, como si la luz viajase más rápido de lo habitual. El haz empezó a deformarse, y de repente pareció cobrar vida propia a medida que se desprendía de la luna y se posaba lentamente sobre la atmósfera de la Tierra, hasta alcanzar la estatura de un hombre común. Poco a poco, empezó a tomar forma. Finalmente se convirtió en una figura alta, encapuchada y oscura que se encontraba encarando a Ognimod.

-Yo soy Moonfire –dijo la figura, que sonaba igual que la voz misteriosa, antes de que Ognimod pudiese dirigirle la palabra-. Soy un ser del Omniverso. En otras circunstancias, yo no tendría razón para presentarme a ti. Pero has desconocido los pormenores de tu actual situación por mucho tiempo. He previsto lo que sucederá y estoy aquí para hacer que suceda, a pesar de que es peligroso que adelante los acontecimientos, y de que tú tendrás que pagar el precio más alto.

-Pues yo… ¿qué? –dijo Ognimod-. Espera, espera, no me digas. Hay cosas que no puedes contarme todavía, ¿verdad?

Ognimod no lo podía ver, pero Moonfire había esbozado una sonrisa de complicidad.

-Eres sabio, Ognimod. Más de lo que pareces.

-Tú le dices “sabiduría”, yo le digo “he oído esto miles de veces”. Mira, es mejor que vayamos al grano. Soy propenso a distraerme. ¿Qué me puedes contar?

-Vives en la Tierra. Ivory vivió en el Furriverso. Y ambos mundos quedan en el Universo. Mas, el Universo es tan sólo un punto en la vasta y eternamente interminable superficie del Omniverso, que no es menos que la reunión absoluta de todos y cada uno de los universos, ficticios o no, y líneas temporales alternativas, ficticias o no, que abarcan la historia misma de la Creación. Eones de eones de historia han visto la expansión infinita del Omniverso más allá de los límites de la imaginación de cualquier ser común y corriente. No habría podido contarte esto, si no hubiese asumido la forma corpórea de alguien con quien podrías comunicarte normalmente.

Se quitó la capucha, dejando ver una cabeza de gato negro con una franja de pelo alrededor de un ojo, en forma de luna creciente. Ognimod se asombró; casi había esperado que Moonfire resultara ser Ivory.

-Un furry –supuso Ognimod-. Podías convertirte en cualquier cosa, sabes. No estoy por encima de hablar con humanos, por ejemplo. ¿Por qué un furry?

-Todos los seres originados del Furriverso me ven así. Mas no es esta mi forma auténtica; sino una tan elemental y pura que no puede ser concebida por ningún ser de dimensión no-superior. –Ognimod alzó las cejas- He venido aquí con un propósito, y para cumplirlo, debes visitar la tierra de tus antepasados. Voy a llevarte al Furriverso.

-¿De noche? –preguntó Ognimod, con cierta desconfianza-. ¿Por qué no lo hiciste ayer al mediodía? Es más, ¡podías haberlo hecho en cualquier momento de mi vida!

-A lo primero, mi fuerza mágica sólo puede ser utilizada completamente durante la noche, y depende de la posición lunar actual. De día, lo único que podía haber hecho era comunicarme telepáticamente contigo. Ahora, y con la luna llena más brillante en lo que va de año, mi poder es prácticamente infinito. A lo segundo, sencillamente no era un buen momento.

-Tiene sentido lo de tus poderes –razonó Ognimod-. De ahí lo de “Moonfire”. Muy… ad hoc. ¿Por qué parezco perder la timidez tan fácilmente cuando hablo con ciertas personas…? –añadió, aunque no se dirigía a nadie en particular.

-No podría especular al respecto –repuso Moonfire.

Miró al cielo. Aunque la luna brillaba más que nunca, Moonfire no reaccionaba al mirarla directamente. La luz no le molestaba los ojos.

-Párate ahí –ordenó a Ognimod de pronto, y éste, suponiendo que estaba en confianza, obedeció.

Moonfire hizo un gesto, y un gran cetro de madera negra se apareció en su mano. El cetro estaba tan bien tallado que no parecía real, y en su extremo superior ostentaba una gran figura tallada en forma de luna creciente. Apuntó el cetro al cielo, y de la punta de la luna tallada salió un delgado rayo de luz que se detenía en el aire, como si estuviera siendo proyectado sobre éste. En el punto donde se había detenido el rayo, se formó un resplandor que se hacía más y más grande…

Lo que ocurrió a continuación fue al mismo tiempo magnífico y aterrador.

El resplandor en la punta del rayo se hizo tan grande que en él hubiera cabido la cuarta parte de la población de la Tierra, y empezó de pronto a contraerse de tal forma que terminó volviéndose hacia adentro de sí mismo, formando un túnel gigantesco semejante a un embudo, que se perdía en la distancia y despedía rayos de luces de todos los colores. El agujero se movía; giraba sobre su propio eje en el sentido de las agujas del reloj. Moonfire no había proyectado el pequeño rayo sobre el aire, sino sobre el universo mismo.

Ognimod sintió entonces que algo le pegaba muy duro atrás de la cabeza. Al ir a sobarse donde se había golpeado, notó que se elevaba del suelo lentamente. Al mirar atrás, comprobó que una maceta del patio había salido volando hacia el túnel por sí misma. Varias más la siguieron. Del suelo se arrancaron los tubos de hierro que delimitaban los puestos del estacionamiento y Ognimod casi se vuelve a golpear contra ellos.

El túnel, como un agujero negro, atraía hacia él toda clase de cosas que no estaban sujetas al suelo o lo estaban muy débilmente. Aunque valía preguntarse qué podía ser considerado como “débilmente sujeto al suelo” en ese momento, pues el túnel podía atraer postes de luz y árboles enormes. Incluso una camioneta que estaba estacionada frente al edificio blanco salió volando y Ognimod tuvo que dar patadas en el aire para moverse y evadirla.

La fuerza del túnel, sin embargo, era ineludible. Ognimod comenzó a gritar de pánico inmaculado a medida que el túnel se lo tragaba por completo y él desaparecía en sus insondables profundidades. No se dio cuenta, pero el túnel de repente empezó a girar en sentido contrario a las agujas del reloj.

Si alguien hubiera estado ahí para presenciarlo, hubiera visto que el túnel volvía a escupir todas las cosas que se había tragado y éstas volvían a su sitio limpiamente, sin haber sufrido daño alguno, como en una película que está corriendo al revés.

Ognimod no volvió.
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Ognimod
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MensajePublicado: Jue Abr 26, 2012 9:39 pm Asunto Responder citando

Capítulo 4

El golpe fue brutal. Ognimod quedó tirado en el suelo sin poder moverse durante un tiempo.

Parecía que acababa de salir del otro lado del túnel. Éste se cerró a sus espaldas de inmediato. Había volado por él a una velocidad vertiginosa y había dado un montón de vueltas y curvas cerradas, como si avanzase por una carretera mal construida. Poco a poco la velocidad había amainado hasta que vio una luz cegadora al final, que marcaba la apertura del otro extremo. Pues no se detuvo súbitamente, no estaba muerto. Pero se había golpeado al caer del túnel al suelo.

Se incorporó en cuanto pudo. Un rápido vistazo le indicó que… estaba otra vez en el estacionamiento. Aún era de noche.

-¿Me estás vacilando? –exclamó-. ¡Esto es mi casa! ¡Casi me cae una camioneta encima y salí volando como si me estuviesen jalando el pelo nada más que para terminar otra vez en mi casa!

Resopló.

-¡Me voy de aquí!

Y se marchó hacia la puerta de emergencia del edificio, por la cual le gustaba entrar de vez en cuando.

Al entrar, anduvo por un corredor en cuya pared izquierda se encontraba la puerta de la conserjería. Reparó en una especie de patio que había a su derecha, que tenía el suelo cubierto de piedras. Una vez, a los cuatro años, se había tropezado con una y se había caído. Hubo que llevarlo al hospital. Aunque no recordaba las diversiones y juegos que había instalados en dicho patio, como un tobogán, unos columpios y un tiovivo, sí los reconocía, pues-

Un momento. Esos juegos los habían quitado antes de que él cumpliera tres años. Había sido, según su madre, por capricho de una vecina antipática que desafortunadamente tenía cierta posición en la junta del condominio, y que detestaba a los niños, zorrunos o no.

Qué raro. No recordaba que los hubiesen vuelto a instalar.

Llamó al ascensor. En instantes estaba de vuelta en su piso. Caminó por el pasillo en dirección a su puerta, y miró melancólico por el balcón que daba al edificio de atrás, el cual-

Espera. La baranda de ese balcón no había sido de color rojo desde hacía más de diez años. Y eso sí que lo recordaba, porque había vivido en ese edificio desde antes de la remodelación del ’96, cuando pasaron una nueva mano de pintura y cubrieron las paredes con piedritas.

Se frotó los ojos. Se fue a ver si la baranda era también roja del otro lado del pasillo. Sí, lo era. Es más, las paredes no estaban ya cubiertas de piedritas y eran del mismo color verde que hace trece años. Hubiera jurado que no estaban así hace cinco minutos, cuando salió a verse con Moonfire. Incluso los botones del ascensor eran los de antes, y esos sí que no los habían cambiado hace nada. Los nuevos botones llevaban instalados como una semana. ¿Qué había pasado? ¿Cómo habían vuelto a poner el edificio tal como estaba hace casi dos décadas bajo sus propias narices?

¿Moonfire lo habría hecho viajar al pasado? ¿Pero no se supone que iba a hacerle viajar al Furriverso? No había el menor indicio de que hubiese más furries que él en los alrededores.

Ni idea, pensó. Abrió la puerta de su casa y entró.

Encendió la luz de la sala, y la apagó de nuevo a toda carrera debido al sobresalto que se llevó…

Los muebles no eran los mismos, ni estaban ubicados en los mismos puestos que siempre. Pero tampoco eran los muebles que habían tenido cuando era pequeño, como casi había esperado que fueran.

No, se dijo. Estoy imaginándomelo. Nadie le ha hecho nada al edificio ni al apartamento. Nada de nada.

Se fue a su habitación sin encender más luces, se quitó la chaqueta y la colocó sobre la silla de su escritorio. Pero no la colocó, porque la chaqueta cayó al suelo como si la silla no existiese.

La levantaré mañana.

Se acostó en su cama. Pero no se acostó, porque la cama ya no aparentaba estar puesta contra la misma pared que siempre.

Estoy desorientado.

Encontró su cama y por fin se acostó. Sujetó al peluche. Lo abrazó y se pasó su cola por el cuello. Eso lo hacía dar gemidos de emoción, que el peluche le… devolvió. Besó al peluche…

…y éste le devolvió el beso. Para luego gritar de terror y llamar a mamá y papá.

¿EH?

Ognimod se levantó a todo correr y encendió la luz de su habitación. Lo que vio fue tan inexplicable que no pudo más que balbucear sin sentido durante unos segundos.

La habitación no podía ser la suya. Las paredes estaban pintadas de color rosado y cubiertas con afiches de cantantes jóvenes de moda. Ni la silla ni el escritorio estaban por ninguna parte y la cama estaba apuntando a la puerta, y no contra la pared de la ventana. Donde debía estar el estante donde guardaba sus películas había un tocador, y en la cama había acostada…

Una coneja gris inmensa con pijama, que gritaba de horror.

¡Una furry!

Ognimod gritó de espanto. ¡La coneja debía tener mínimo 15 años humanos de edad! Se había metido en un lío gordo y tenía que salir de él como fuera posible.

La coneja seguía gritando y pidiendo auxilio mientras él se quedaba parado allí, de una pieza. A sus espaldas apareció un conejo macho inmenso y musculoso en camiseta y calzones, blandiendo un gran bate de béisbol como si fuera un garrote. Ognimod se volteó a verlo, y el alma se le cayó a los pies.

-¿QUÉ HACES EN EL CUARTO DE MI HIJA, MALDITO PERVERTIDO?

-¿Qué? ¿Qué….? ¿Qué….? –balbuceó Ognimod mientras recogía su chaqueta.

El papá de la coneja le lanzó un batazo a Ognimod y casi acierta. Ognimod, no digamos corrió; voló a la entrada de la casa y abrió la puerta a todo correr para huir, mientras el conejo seguía dando batazos al aire y destrozando los muebles.

-¡PEDÓFILO ASQUEROSO! ¡VOY A LLAMAR A LA POLICÍA Y TE VAS A PUDRIR EN LA CÁRCEL COMO UN CERDO! –escuchó Ognimod que gritaba el conejo. Tenía que huir del edificio cuanto antes.

Casi se cae en su prisa por entrar al ascensor y volver a la planta baja. La conserje había oído el escándalo y las luces de su oficina estaban encendidas.

-¡Ábrame! ¡Ábrame! –gritó, aporreando la puerta. Para su horror, quien le abrió fue un topo bajito y rechoncho con figura de mujer.

-¿Quién es usted? –dijo la conserje-topo-. ¿Cómo se metió aquí? ¡Voy a llamar a la policía!

-¡Pero… pero…!

Le cerró la puerta en las narices. La cabeza le daba vueltas a Ognimod. ¿Qué estaba sucediendo?

Salió por la puerta de emergencia –nunca antes le había dado mejor uso- y al cabo rato había salido del portón del edificio. Aunque la comisaría estaba un tanto lejos, dadas las circunstancias era probable que se decidieran a llegar a tiempo, para variar. ¿Dónde se iba a esconder?

-¿Qué voy a hacer? ¿Qué voy a hacer ahora? –preguntó en voz alta, sin importarle para nada el que lo oyera alguien.

-¿A mí qué me preguntas? –respondió alguien atrás de él. Él volteó y vio a una perra color café sentada en las escaleras, bastante escasa de ropa, que fumaba un cigarrillo. No tenía cola, como si se la hubiesen cortado…

-¡No es contigo!

-¿Entonces para qué lo gritas en público, estúpido?

Ognimod repentinamente tuvo una pequeña epifanía.

-¿…Olivia? –preguntó, atónito. La perra lo miró igual de atónita.

-¿Me conoces?

-Sí. No… ¡Sí! ¡Pero no!

-¿De qué diablos estás hablando? ¿Eres retardado o algo así?

Ognimod se quedó con la boca abierta por unos segundos antes de salir corriendo.

Llegó hasta la ruta hacia la casa de sus abuelos, y por un momento se preguntó quiénes vivirían ahí en el Furriverso. Estaba agazapado contra la pared de una casa cuando escuchó la sirena de las patrullas de la policía, que se dirigían a su edificio. Como lo intuyó; la policía del Furriverso era más eficaz que la humana. ¿Qué iba a hacer si se les ocurría buscarlo en los alrededores?

-¡Moonfire! ¡Moonfire! –murmuró, aunque no estaba seguro de que Moonfire pudiera oírlo si murmuraba.

-Te escucho –oyó dentro de su cabeza.

-¡Sácame de aquí!

-No puedo. Aún.

-¡Entonces haz algo para que la policía no me encuentre! ¡O para que esos conejos no se acuerden quién soy! Tienes poderes… ¡úsalos!

Instantáneamente, se hizo de día. Ognimod se sobresaltó levemente, pero no fue cosa del otro mundo. Se puso inmediatamente de pie y empezó a caminar para disimular.

-La policía, los conejos, la conserje y Olivia se han olvidado de ti, pero ten en cuenta que no siempre puedo utilizar poderes de la magnitud suficiente como para borrarles la memoria –resonó la voz de Moonfire-. La alteración radical del Omniverso sólo puede ser utilizada en ocasiones muy especiales, y como último recurso. Ahora que es de día, tan solo estoy capacitado para hablar contigo.

-Da igual. Lo único que quiero es no tener la ley atrás mío. Voy a… echar un vistazo por ahí.

Se le había ocurrido una curiosa idea… ¿Sería posible?


Se dirigió al centro comercial. Al llegar a la entrada, no daba crédito a sus ojos. ¡El logotipo del banco era el mismo que hace 19 años! El corazón se le aceleró. ¿Y si su idea era correcta?

Entró. Dio vuelta a la izquierda una vez dentro, y… ahí estaba.

La videotienda.

Después de siete años, estaba volviendo a ver la videotienda del centro comercial por primera vez. Incontables recuerdos suyos tenían mucho que ver con ese lugar. En el Furriverso, el sitio nunca había sido vendido por sus propietarios por culpa de la piratería informática ni reemplazado por la bodega de una ferretería. En el Furriverso, la videotienda todavía existía.

Pero no era exactamente como la recordaba; era mejor que eso. No sólo ofrecían películas en VHS, sino que incluso en Betamax y en DVD, y los títulos eran tan variopintos y con tantos años de diferencia como “Lo que el viento se llevó” y “El juego del miedo”, “El mago de Oz” y “Pulp Fiction”, “Viaje a las estrellas VI” y “El caballero oscuro”. Había más películas, de más géneros y de más épocas que nunca.

Le pareció poco prudente preguntar en qué año estaba, así que miró de reojo a un calendario de la pared de la tienda, a través del cristal. Estaba en 2009.

Se le ocurrió otra posibilidad…

Subió al segundo piso y encontró la juguetería que había dejado de existir desde 1998. Había juguetes para todas las edades, géneros y gustos, y lo mismo habían los clásicos soldaditos verdes de plástico que los más ultramodernos robots del Japón. Si hubiese tenido dinero, se hubiera comprado una buena cantidad de ellos y se los hubiera llevado a casa.

Volvió a bajar. El restaurante donde había almorzado con Ivory el día anterior volvía a pertenecerle a don Mario, representado como un gran oso viejo y bigotudo, y en el televisor anunciaban el noticiero del mediodía, el cual estaba reportando sobre manifestaciones de protesta dirigidas por una colonia de abejas obreras que se veían discriminadas negativamente por unos mamíferos ricos.

Dios mío. Aún los animales sufrimos de problemas como éste.

La estética de los valores de producción del noticiero eran muy de 1994, y los comerciales y promociones parecían serlo de años entre 1990 y el año actual. Lo mismo ocurría con todos los demás canales. Varios anunciaban lo orgullosos que estaban de transmitir telenovelas durante la noche y dibujos animados por la tarde.

-El Furriverso –dijo Moonfire- es distinto para todos.

Ognimod entendió enseguida. Para él, el Furriverso se presentaba como el paraíso nostálgico definitivo. Era el año 2009 y existía Internet y demás tecnología contemporánea; pero todo el entorno era una mezcla de cosas que recordaba (por inexactas que fueran sus memorias) o habían existido cuando era pequeño, y más allá. La única diferencia era que ni él ni su familia vivían ahí. Todas los humanos que conocía tenían contrapartes furries, pero como su familia ya lo era, y vivía en la Tierra, no las tenían.

Se preguntó brevemente si tendrían contrapartes humanas. Eso sería muy interesante de ver.

Pensó en ver qué tal estaba El Pueblo. Salió del lugar; la mirada se le perdió en un viejo anuncio de perfume…

…y se golpeó contra algo muy duro.

Al acariciarse el golpe y mirar con qué se había golpeado, no pudo evitar tragar saliva de la impresión.

Se hallaba de frente con otro furry, pero éste no era como los demás. Las otras personas que había cerca eran especies como mapaches, aves y lobos, pero éste parecía un panda rojo, más alto que Ognimod y mucho más delgado y musculoso, con cuernos de carnero, grandes orejas, pelo y ojos rojos, y expresión acusadora. Iba descalzo, y sus pies eran garras cubiertas de escamas negras con dedos cubiertos de pelaje. Llevaba pantalones y una camiseta sin mangas, de modo que se le podían ver unos brazos igualmente cubiertos de escamas cuyos dedos también eran de pelaje. Meneaba de lado a lado la cola, que era de pelaje anillado desde la raíz hasta la mitad y escamosa desde la mitad hasta la punta.

-No te conozco –dijo la criatura con un tono de voz severo, pero sereno-. ¿Quién eres?

-Nadie. Ya me iba. –Ognimod se alejó hacia la salida a la calle.


Ognimod no lo sabría hasta después, pero el nombre de aquel ser era Cait. Era un híbrido de las dos especies más dispares; un panda rojo y un dragón. No era un ser del Omniverso, pero como si lo fuera; pues sabía cómo viajar entre los universos cada vez que quería y había recorrido el Furriverso entero de punta a punta. Conocía absolutamente a todos y cada uno de sus habitantes más de lo que ellos se conocían a sí mismos. Y una cosa era segura; a Ognimod no lo había visto nunca.

Previó dos posibilidades. Una, se le había pasado por alto verlo y reconocerlo en sus innumerables viajes por el Furriverso. Como eso era irrefutablemente imposible, la única posibilidad correcta era la segunda: Ognimod era un intruso. Y sus instintos de dragón le decían que esta intrusión tenía que ver con aquello que había estado buscando durante cinco años…

Miró a ambos lados suyos, para asegurarse de que no lo veía nadie. Se escabulló con un sigilo increíble, casi antinatural, a un sitio de las afueras del centro comercial que no estuviera siendo vigilado. Una vez allí, extendió los brazos, y unas marcas que tenía en la parte baja de los mismos se iluminaron.

De ellas salieron un par de alas rojas enormes, que daban a Cait el aspecto de un murciélago gigantesco.

Cait alzó el vuelo sin necesidad de tomar carrerilla, y sobrevoló la carretera hasta que encontró a Ognimod con su agudo sentido de la vista. Enseguida comenzó a perseguirlo desde el aire…


Ojo, a Cait no lo inventé yo (y, ya que estamos, a Ivory tampoco). Su creador me permite usarlos a ambos.
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Ognimod
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MensajePublicado: Jue Abr 26, 2012 9:41 pm Asunto Responder citando

Capítulo 5

El letrero de “PELIGRO CURVA PELIGROSA” seguía ahí. Lo mismo la casa de la abuela de su primo y la heladería. Lo mismo el tráfico insoportable y el gentío, pero Ognimod no halló nada de extraño en eso. Así lo recordaba. Se sorprendió al ver que el cine “La Hoyada” y la tienda naturista ahora existían al mismo tiempo.

Mirar caminar a la gente por la calle era todo un espectáculo. Además de toda clase de mamíferos bípedos imaginables, había cosas tan curiosas de ver como aves que salían volando al trabajo por la ventana de sus casas; peces, moluscos y demás animales marinos andando en grandes tanques de agua con motores y ruedas; serpientes, lagartos, cocodrilos y otros reptiles con pelo en la cabeza; hasta ratones e insectos del tamaño de una persona. A Ognimod no le gustaban los insectos voladores; si hubiera tenido que tratar de espantar moscas del tamaño de su papá, probablemente hubiera caído muerto del esfuerzo ahí mismo.

Los puestos de vendedores informales incluían, al mismo tiempo, los que habían instalado hace cinco años y los que recordaba de toda su vida. Encontró el que buscaba enseguida.

Un agujero enorme cavado en la acera estaba cubierto por un tarantín de madera armado de modo muy económico. Si Ognimod estaba en lo correcto, sin embargo, su propietario tenía un corazón inmenso. Se inclinó sobre el mostrador improvisado.

-¡Buenas! –exclamó hacia el interior del agujero.

De él salió una marmota macho con una impresionante cara de sueño, como si hubiera perdido para siempre la capacidad de dormir. Ognimod la reconoció enseguida.

-¿Ajá?

-Usted no me conoce… aún. Me llamo Domingo. Domingo Hernández. No tengo dinero, así que sólo he venido a… conversar.

-¿Pero qué narices y media haces en pijama? –preguntó la marmota-. ¿Y de qué se te ocurre que voy a conversar contigo?

Ognimod miró el interior de la tienda como buscando un artículo que comentar.

-Ese juego… -señaló la caja de un juego de computadora-. ¡Hace años que no lo juego de nuevo! Lo perdí, y eso.

La marmota volteó a ver y pegó un salto de sorpresa, como si acabase de darse cuenta de que el juego estaba ahí.

-¿Ese? ¡Ese me lo pedían cuando Matusalén era recién nacido! ¡No me digas que tú lo tenías! ¿Lo compraste aquí?

-No, ese me lo vendió un vecino en el año de la pera y otras frutas, pero luego lo presté, no me lo devolvieron nunca y el vecino me dijo y que no lo molestara más. ¡Ni me acuerdo cómo se jugaba!

Continuaron hablando durante varias horas. Ognimod se marchó enseguida.

No había mucho más que hacer excepto volver al edificio, aprovechando que se había salido de problemas, y quedarse dando tumbos por los alrededores esperando a que se hiciera de noche. No tenía ganas de esperar demasiado tiempo, sin embargo, de modo que preguntó a Moonfire en voz baja qué tan temprano podía mandarlo de vuelta.

-Tan pronto haya caído la noche, aunque para entonces mi poder tendría mucha menos fuerza de lo normal –respondió la voz-. Lo ideal sería esperar a que saliera la luna, pues entonces habría más posibilidad de devolverte sin peligro; pero eso no ocurrirá hasta mucho después.

-¿Y qué peligro puede haber?

-El túnel sería más pequeño. Esto, en principio, significa que no habría riesgo de que se tragara otras cosas, y luego no levantaría sospechas; pero al mismo tiempo no estaría tan conectado con los límites de la Tierra, y no se podría determinar si te llevará directamente allí, o a otro sitio. O algo peor.

-¿Qué tan peor?

-No vas a querer saberlo.

-Prefiero esperar un rato más, entonces.


Llegó la hora. Eran casi las diez de la noche y la luna se veía perfectamente. Moonfire abrió el túnel de nuevo, aunque esta vez no necesitó aparecerse en la Tierra, y el túnel era mucho más pequeño que el primero. Ognimod, que no estaba siendo atraído hacia él, cruzó los dedos y se metió adentro. El interior del túnel se lo tragó como una aspiradora.

Instantes antes de que el túnel se cerrara, Cait descendió en picado y se introdujo en él. Ahora, después de haberle vigilado desde el aire todo el día, por fin era momento de averiguar quién era Ognimod y de dónde venía.

A Cait no le afectaban las fuerzas que escupían fuera del túnel todo objeto encontrado en su interior que no fuera aquel que estaba siendo transportado. Persiguió a Ognimod sin perderlo de vista un segundo, y sin que éste desarrollara la mínima sospecha de que estaban siguiéndole. Cait daba las cerradísimas curvas con una facilidad impresionante, como si él y el interior del túnel fueran uno. No era de extrañar, pues su raza paterna había aprendido a viajar entre universos desde mucho antes de que ellos o alguien más supiera que había otros universos aparte del propio. Más que llevarlo en las venas, estaba hecho de ello.

Ognimod volvió a caerse del túnel cuando salió. Un vistazo rápido le indicó que había llegado a la Tierra sin novedad. Eran las ocho de la noche.

-¡Gracias, Moonfire! –dijo en voz alta.

“Moonfire,” pensó Cait, que salió al mismo tiempo que él, y aún así no había sido visto. “Este sujeto más miserable de lo que me imaginé. Será fácil sacarle lo que quiero.”

Esperó a que Ognimod abriera la puerta con llave y entrara. Luego voló sobre la reja de afuera y sobre la pared del salón de fiestas, carente de techo. Así, entrar al edificio le resultó extremadamente sencillo. Para él, que podía volar, las paredes y las puertas cerradas no eran obstáculos; eran adornos.

En cuanto determinó que Ognimod había tomado el ascensor, se dirigió a la puerta de la conserjería y tocó el timbre. La conserje abrió y se echó para atrás al verlo.

-Buenas noches, señora –dijo Cait, con total naturalidad-. Aquí vive un señor llamado Domingo Hernández, al que estoy buscando. Dígame, ¿dónde vive exactamente?

La conserje revisó un papel que tenía cerca.

-En el cinco –respondió-. En el 5-A. ¿Usted es… familia suya?

-Quisiera él –dijo Cait sin que la expresión de seriedad absoluta de su rostro se viera alterada-. Gracias.

La conserje cerró la puerta. Cait alcanzó a escucharla hablar sobre en lo que se habría metido el pobre Domingo para que venga a buscarlo tanta gente. Dio un suspiro como diciendo “interesante”, pero, fuera de ahí, no le dio importancia. Se elevó cinco pisos y se dejó caer en el pasillo del quinto, al que podía acceder por el balcón. Su objetivo estaba cada vez más al alcance.

Tocó el timbre del 5-A.

-…Fue increíble, Ivory. Parecía que el tiempo había pasado y se había congelado al mismo tiempo. Tenías que haber estado conmigo. ¿Tú veías el Furriverso así?

-Pues, sí… Espera, ¿cómo apareciste en él? ¿Cómo sabes que cada quien lo ve distinto?

-Un tal Moonfire… espérame. Están tocando.

Del estudio marchó a la puerta delantera, y abrió. Ahí estaba Cait otra vez frente a él, y otra vez Ognimod se llevó una gran impresión. Trató de ocultar lo más posible el leve pánico que tenía.

-¡Hola! ¿Eres el del centro comercial, no?

-Sí –respondió Cait, con absoluta tranquilidad-. ¿Tú eres Domingo Hernández?

-Llámame Ognimod –respondió éste-. Es el sobrenombre por el que me llama mi novia. Hace tiempo que no me apena admitirlo... Y, bueno, tú y yo estamos en confianza. –Hizo una pausa breve- ¿Quieres pasar?

-No. Quiero que tú salgas afuera.

-¿Que salga yo? ¿Para qué?

-No tengo por qué darte explicaciones. Tú sí tienes que darme explicaciones.

Ognimod comenzó a sentir un poco más de temor.

-…Espera por lo menos a que termine de hablar con ella. ¿Cómo te llamas?

-Cait.

-¿Tienes apellido o algo?

-Cait –repitió, dando a entender que no deseaba que Ognimod le llamara por otro nombre.

-…Okey. Espérame.

Volvió al estudio.

-Ivory, tengo que dejarte. Un tipo llamado Cait quiere que hable con él. Es un furry…

-¿CAIT? –soltó Ivory de repente-. ¡No te muevas de ahí! ¡Tengo que ir a tu casa ahorita mismo!

Colgó. Ognimod se quedó mirando perplejo el auricular, como si éste fuera a darle explicaciones.

Se encogió de hombros.

-Ajá, ¿qué querías tú? –dijo a Cait.

-¿Hablaste con Ivory? –preguntó éste.

-¿La conoces? –La perplejidad y el temor de Ognimod aumentaban por momentos-. ¿De dónde la conoces?

-Desde hace mucho antes que tú –respondió Cait, y lo hizo en tal forma que daba a entender que Ognimod valía menos que él por ello-. Quiero que me digas en dónde está.

-Estás de suerte. Viene para acá.

-Ajá… –dijo Cait, con cierto aire de fastidio-. ¿Y cuánto tardará?

-No sé. Es un largo camino de Las Cuatro Esquinas hasta acá. Ni hablar de convencer a mi madre de llevarla.

-OK… –repuso Cait muy lentamente. Al parecer, no le creía-. Eso puede ser verdad… o no. Tengo que cerciorarme.

Y, con una mano, agarró a Ognimod por el cuello de la camisa y lo levantó en el aire. Ognimod dejó escapar una exclamación de horror y un “¡Madre de Cristo!”.

-Esto no es lo peor que puedo hacerte, Ognimod –dijo Cait, sin dejar de estar en calma-. Dime dónde está Ivory.

-¿Quién eres tú? ¿Por qué te lo tengo que decir?

-Porque entre más pronto me lo digas, más pronto te soltaré y te dejaré en paz. ¿Quieres que te suelte?

-¡Está bien, te lo diré! –exclamó Ognimod. Cait lo soltó, y justo entonces Ognimod lo empujó al pasillo y le cerró la puerta con llave.

Pasaron unos momentos. Ognimod volvía a respirar normalmente.

-Estúpido --

No terminó de insultar a Cait, pues éste pegó un puñetazo que atravesó la puerta como si fuese de papel, ante lo cual Ognimod gritó de horror. Agarrando la puerta por el agujero que había dejado por el primer golpe, Cait arrancó el pomo de la puerta como quien arranca una flor de un jardín. Abrió, sujetó a Ognimod por el cuello, lo volvió a levantar, y lo tiró al suelo. Las alas le nacieron, y agarrando a Ognimod con los pies, se lo llevó volando como un águila negra gigante.

Ognimod gritaba mientras Cait se elevaba más y más, volando en círculos como si buscara un punto específico sobre el suelo. Se detuvo a una altura de 13 pisos por encima del quinto, sobre el patio de piedra en cuya contraparte furriversal continuaban los juegos para niños tras varias décadas.

-Dime dónde está Ivory y te posaré. Sigue haciéndote el listo y te soltaré. E insisto, esto no es lo peor que puedo hacer contigo.

-¡No lo sé! ¡Te juro que no lo sé! –gritaba Ognimod.

-Mientes. ¿Dónde está?

-Me dijo que venía para acá, ¡pero no sé por dónde viene! ¡Vino en cuanto me despedí por teléfono… conoce tu nombre!

-¿De verdad? ¿Ella te lo contó?

-¿Contarme qué?

-Entonces no te lo contó. Ya no me sirves.

-Espera… ¡dijiste que no me soltarías!

-Eso fue antes de enterarme de que no sabes qué hace ella aquí. Mejor que sigas sin saberlo.

En el preciso instante en que Cait iba a soltar a Ognimod, la voz de Ivory se escuchó como un alarido ensordecedor.

-¡CAIT! ¡VEN ACÁ! ¡AHORA!

Por primera vez, la expresión de Cait cambió. Ya no era desesperantemente serena; ahora era nerviosa.

Cait voló en dirección a la puerta principal del edificio sin soltar a Ognimod en ningún momento.

Ahí estaba Ivory, que parecía no quitarse el uniforme de colegiala ni para dormir. Miraba a Cait, en el aire, como si éste fuera un niño pequeño que acaba de romper un vaso de la cocina.

-¡Ivory! –exclamó Cait-. Ya bajo.

-¡Cait, si sabes lo que te conviene, pon a Ognimod en el suelo y vete de la Tierra! ¡En este momento!

-Ivory, debemos volver. Tus padres --

-¡No me interesan mis padres, Cait! ¡No me cuestiones! Tengo tanta autoridad como ellos o como Anorath, y lo sabes. ¡Pon a Ognimod en el suelo y abandona la Tierra! ¡YA!

Ognimod se asombró cuando Cait cumplió la orden sin mediar una sola palabra. Colocó a Ognimod en el suelo con delicadeza, y salió volando; un Túnel se abrió frente a él por voluntad propia. Cait desapareció.

-Señora –dijo Ivory, dirigiéndose a la madre de Ognimod, que había venido con ella-, voy a pasar la noche aquí. Por si acaso.


En casa de Ognimod, Ivory escuchó con detalle lo que había sucedido entre Cait y él.

-…y me dijo que tú no me habías contado qué hacías en la Tierra. No tienes que hacerlo -añadió enseguida, al ver la reacción de Ivory-, es sólo que me pareció… curioso.

Ivory lo miraba melancólica.

-¿Sabes por qué nunca te lo conté?

-Porque yo jamás te lo quise preguntar. Me diste a entender que era algo muy personal. ¿Para qué molestarte?

Ivory suspiró. Parecía que lamentaba haber dado esa impresión.

-Ognimod, estoy en la Tierra porque huí de la casa de mis papás.

-Eso lo deduje… se te salió algo sobre asumir tu responsabilidad ante ellos cuando nos peleamos. –Se le retorció el estómago de sólo recordarlo.

-Sí, pero es que no huí de allí por malcriada. Para que te hagas una idea, ellos son muy exclusivos. Me querían casar a la fuerza con un tipo adinerado. Lo demás, ya te lo imaginas. –Ognimod asintió; había entendido completamente-. Cait es mascota de un demonio llamado Anorath o algo así. En sus ratos libres trabaja para mis papás, haciendo de mi “guardaespaldas”. Es extremadamente leal a él, a ellos y, por suerte, a mí. Imagino que ellos le ordenaron encontrarme y traerme de regreso.

-¿Ellos le pagan?

-No. Me cuida porque para él es “un placer”. –Suspiró de nuevo-. Supongo que te topaste con él en el Furriverso. No te reconoció, y decidió que no eras de ahí…

-¿Qué quieres decir?

-Cait ha visitado absolutamente todo el Furriverso, y conoce absolutamente a todos sus habitantes. Pero no a ti.

Ognimod no sabía qué pensar.

-¿Qué te hizo? –preguntó Ivory.

-Me levantó con un brazo, y me quería soltar a no sé cuántos metros. A cada rato decía que eso no es lo peor que puede hacerme…

-Y no lo es. Con la cantidad de formas que conoce para lastimar gente… y de defenderse de ella. -Tomó aire antes de continuar- Básicamente, Cait es muy fuerte. Mucho. No es nada sobreanimal, pero podría hacerte salir volando de un golpe. Porque es mitad dragón y eso... Su piel resiste casi cualquier golpe, y tiene reflejos muy agudos. Puede esquivar hasta una mota de polvo. Ya viste que puede ir desde el Furriverso hasta aquí y viceversa cuando quiera, así que creo que va a volver. Creo que estudió hechicería una vez, pero no se lo recuerdes nunca. Y, en sus ratos libres, fabrica bombas… pero no digas que yo te lo dije.

Ognimod no daba crédito a lo que oía. Eso sí, era una suerte que Ivory fuera capaz de influenciar las decisiones de Cait. Eso les proporcionaba a ambos una ventaja monumental si él regresaba, a no ser que…

-¿Crees que… él trate de secuestrarte?

-¿Y que mis papás lo maten ahí mismo? ¿Y que, en retaliación, Anorath los mate a ellos? Nunca se le ocurriría, sería ir contra la autoridad de nosotros cuatro al mismo tiempo. Si me tomara a la fuerza, sería con autorización previa de mis papás, y no se la van a dar. Me necesitan intacta.

Bostezó.

-Tranquilízate, Ogni. Estoy a salvo. Trata de descansar, ¿sí?

Se alzó sobre la punta de sus pies (pues era más baja que él) para besarlo.

-Voy a quedarme viendo la tele un rato. Tú despreocúpate. No me pasará nada.


Ognimod se fue a acostar, pero no logró conciliar el sueño. Nunca lo lograba lo cual era ciertamente una inquietud, pero en esa ocasión lo inquietaba algo más..

“Ivory no corre peligro, y de todos modos se puede defender sola…”

“Pero me juré a mí mismo que nunca permitiría que le pasara algo malo… Me siento incómodo si no estoy cuidando de ella… protegiéndola…”

“¿Lo hago por ella… o por mí mismo?”
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MensajePublicado: Mie May 02, 2012 4:39 am Asunto Responder citando

¡Ya estoy leyendo el relato! Very Happy He terminado los dos primeros capítulos y justo lo he dejado en el momento en el que dos hombres te siguen tras el agradable encuentro con Ivory. ¿Qué tramarán esos hombres? Shocked
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Ognimod
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MensajePublicado: Sab May 05, 2012 6:15 pm Asunto Responder citando

Capítulo 6

Ivory pasó la noche en casa de Ognimod. Desayunaron al día siguiente y conversaron un rato más (ella llegó a emitir un comentario sarcástico sobre el peluche).

-Me tengo que ir –dijo Ivory alrededor del mediodía-. Voy a llamar a tu mamá para que me busque.

-Espera –dijo Ognimod enseguida-. ¿Me permitirías llevarte? Aprendí a montar en bicicleta hace tiempo y me compré un asiento donde cabemos ambos perfectamente…

-¿En bicicleta? ¿Seguro que puedes ir en bicicleta con lo desastroso que es el tráfico en El Pueblo? Hay muchos motorizados, y sé que te caen pésimos.

-No te preocupes. Con pedalear rápido tengo.

-¿Y puedes pedalear rápido? –Resopló-. Será el ejercicio que hiciste a punta de huir del Líder aquella vez. –Se rió. Ognimod no pudo dejar de reírse también.

La bicicleta de Ognimod estaba en el estacionamiento del edificio. Ognimod la sacó a la calle, permitió a Ivory subirse primero y arrancó a pedalear tras subirse él. Era cierto, notó Ivory enseguida; Ognimod pedaleaba rápido. De verdad maniobraba la bicicleta muy bien.

-Estoy sorprendida. ¿Cómo aprendiste a pedalear así?

-Es por el terror que tengo a caerme –respondió él. Ambos se rieron otra vez. Si algo les gustaba a cada uno de ellos, era que el otro se pudiera reír tan sinceramente de sus chistes malos.

Llegaron sin problemas. Se despidieron, y Ognimod volvió a su casa.

En la entrada del edificio, lo esperaban dos sujetos vestidos de traje. Ognimod los vio a lo lejos, y por un momento pensó que se trataban de miembros de Anónimo. Pero no iban enmascarados; parecían más bien guardaespaldas. ¿Qué harían ahí? Él no lo llegaría a saber hasta ahora, pero eran los dos hombres que lo habían seguido hasta su casa el día que almorzó con Ivory. Frente al edificio estaba estacionado un automóvil bastante lujoso y caro. Parecía que pertenecía a alguien muy rico.

-Tú eres el zorro ese, ¿no? –le preguntaron en cuanto llegó, aunque su tono no era desdeñoso-. El jefe quiere hablar contigo.

-¿Quién es su jefe?

-¿Qué, no ves televisión?

-Discúlpenme, pero ni siquiera soy de aquí, vine de vacaciones –respondió Ognimod en un intento de bajarles la fama de la cabeza a los dos sujetos. Le molestaba que la gente famosa diera por sentado que todos los conocían. Posiblemente eran actores o presentadores de televisión.

-Somos periodistas –dijeron ellos, y Ognimod puso cara de que no les creía; ellos no lo notaron-. Trabajamos en la Televisora Capital.

-¡Ah… ya sé! –dijo Ognimod, fingiendo que se acababa de acordar de cuál estación era esa-. ¿Y, para qué quiere su jefe hablar conmigo?

-Un asunto sobre hacerte famoso.

-Ya veo. –Aquél fue el factor decisivo que influyó en la respuesta de Ognimod- Díganle que no estoy interesado. Y que no insista.

-Tu novia habló con él –mintieron. Ese fue el otro factor decisivo que influyó en la respuesta de Ognimod… pero no fue la respuesta que ellos esperaban. No del todo.

-En ese caso… -Miró al automóvil-. ¿Tengo que subirme?

-…¿Sí? –respondieron.

-…Hagamos algo. Denme el teléfono de su jefe, y yo lo llamo. Tengo que hablar con ella primero.

-Ella ya está con el jefe en este momento… -empezaron a decir, pero Ognimod los interrumpió.

-No importa. Por el celular la puedo llamar tranquilamente y preguntarle la… dirección y eso.

Los periodistas se miraron y asintieron con la cabeza. No eran muy listos.

-Esta bien –dijeron-. Se lo avisaremos al jefe. –Le dieron una tarjeta de presentación.

-Cómo no. Nos vemos.

Ognimod miró el automóvil arrancar y marcharse. Leyó la tarjeta, en la cual estaba anotado el nombre de un hombre identificado como Manuel Gómez.

-Gómez… -leyó Ognimod en voz alta.


Llamó a Ivory por teléfono ni bien llegó a su casa. No era tan estúpido como para suponer ciegamente que Gómez de verdad había hablado con ella.

-¿Aló? –atendió ella.

-Hola, Ivory –dijo Ognimod-. ¿Llegaste sin problemas?

-Sin problemas.

-Qué bien, porque tengo que preguntarte algo.

-¿Qué es?

-Unos tipos se me aparecieron y me dijeron que eran periodistas de Televisora Capital. Que habló contigo un tal Manuel Gómez y te propuso que me haría famoso. ¿Sabes quién es? ¿Llegaste a hablar con él?

-No. Nadie me ha llamado por teléfono los últimos días excepto tú. ¿Pero de dónde nos conocen? ¿Se habrá filtrado lo de Anónimo?

-No tengo idea. Gracias de todos modos.

-Bueno. Adiós.


Pasaron unos quince minutos. Ognimod se entretenía leyendo cuando el teléfono sonó. Enseguida fue a atender.

-¿Aló?

-¡Hola! –le saludó, como si estuvieran en confianza, la voz de un señor mayor-. ¿Domingo, no?

-¿Quién es?

-Manuel Gómez, ¿quién más?

Ognimod colgó enseguida. No había alcanzado a empezar a preguntarse cómo sabía Gómez el número de su casa cuando sonó el teléfono de nuevo.

-¿Aló? –atendió Ognimod, pues no descartaba la posibilidad de que no fuese Gómez otra vez.

-Escucha, Dominguillo –dijo Gómez-, ¿sabes lo que puedo hacer contigo si me vuelves a colgar?

-¿No me diga? –No le afectaban las amenazas vagas de Gómez. No mientras no fueran de muerte, por lo menos. Volvió a colgar.

-¿Sí, señor? –atendió Ognimod cuando el teléfono sonó por tercera vez. Esta vez lo hizo a propósito.

-Mira, no me hagas esto –decía Gómez-. ¡Ni siquiera sabes lo que voy a proponerte! ¿No quieres por lo menos saber qué voy a proponerte antes de rechazarlo?

-Lo haría, si me llamara la atención. Y si sigue insistiendo así, no logrará que me interese. Es sólo una sugerencia, aunque dudo mucho que usted tenga las neuronas suficientes como para pensar que me está atormentando y que debería seguirla; así que voy a colgarle de nuevo, ¿le parece?

-OK, como quieras. ¡No hay problema! Nada más espérate a que te explique por qué deberías escucharme.

En ese momento, la voz de Gómez se dejó de oír. En su lugar, se oía la de Ivory, que gritaba de angustia.

-¡Ivory!

-¡Ognimod, no le hagas caso! ¡No le hagas caso! ¡Puedo liberarme de aquí! ¡Puedo –se dejó de oír. Ahora se oía ahogada y lejana; le habían tapado la boca.

-¡Hijo de…!

-Escucha, “Ognimod”. Puedo matar a tu novia aquí mismo y que nadie sospeche nunca que fui yo. Lo mismo puedo hacer con tu familia y con todos los que conoces, incluyéndote a ti, y nadie lo sabrá. ¿Quieres morir, o prefieres que pase por tu apartamento, te recoja, te lleve a mi oficina, y tú aceptes salir en televisión? Tú eliges, y más vale que elijas bien.

-No será capaz—

-¿Que no? ¿Quieres asegurarte?

-No me amenace—

-¡Entonces prefieres que te mate sin más! Está bien, como tú quieras. Voy de una vez.

-¡Espere! –Hubo una pausa-. Venga. Pero no mate a nadie. Cooperaré.

-¡Así me gusta! –El tono de Gómez, de modo muy hipócrita, volvía a ser de jolgorio y camaradería-. Espérame afuera, ¿quieres?


Ognimod salió. A la media hora apareció el automóvil lujoso que había visto antes. No había duda, era el de Gómez. Se estacionó frente a él, y la puerta de atrás se abrió. Le hicieron señas a Ognimod para que se subiera.

Dentro estaba Ivory, maniatada y amordazada, y un hombre delgado con rostro casi esquelético, el pelo negrísimo y la cara pálida y completamente lampiña. Sólo sus arrugas demostraban que era de edad avanzada. Definitivamente era Gómez.

-¡Ognimod! –lo saludó Gómez alegremente-. ¿Cómo estás? Me alegra que hayas elegido bien. Vamos a mi oficina—

-¡Suelte a Ivory!

-Espera, no me hables así—

-Suelte a Ivory y hablamos.

-Está bien, está bien –concedió Gómez. Le quitó la mordaza a Ivory y le desató las manos. Ella se aferró a Ognimod enseguida, aunque no se le lanzó a los brazos. Se le notaba el alivio.

-Ahora sí, ¿hablamos?

-Sí –respondió Ognimod-, ahora sí hablamos. Dígame, ¿qué quiere?

-¡A mi oficina! –ordenó Gómez a su chofer. El automóvil arrancó al punto-. Verás. ¿Te acuerdas que, el año pasado, bombardearon el país y mataron a un montón de gente y destruyeron todo?

-Sí, me acuerdo –dijo Ognimod, siguiéndole la corriente-. ¿Por?

-Es impresionante el trabajo que hicieron reconstruyendo la ciudad. En serio. Nunca he visto trabajar tan diligentemente a obreros públicos. Pero ese no es el grano. Resulta que después que pasó todo eso, salió el presidente declarando que gracias a él se había echado del país a los terroristas. Que se les había enfrentado valientemente –pronunció “valientemente” con gran sarcasmo- en pos de la patria y ve tú a saber en pos de qué más.

-Y lo hizo muy bien –dijo Ognimod-. Supe que fue un trabajo increíble de cooperación.

-Yo supe otra cosa, amiguito. Yo supe que fuiste tú.

-¿Qué? –Ognimod fingió incredulidad-. Nah, ¿de dónde saca eso? Yo pasé toda esa noche en el hospital que quedaba. Casi no salgo vivo—

-A mí me contaron por ahí que más bien pasaste la noche diciéndole al presidente lo que tenía que hacer. Supe por fuentes mucho muy de fiar que te metiste en Palacio y le dijiste al presidente de qué se trataban los atentados. Porque tú hiciste lo que él, en su infinita incompetencia, no hizo, porque no sirve para nada; te molestaste en averiguar qué estaba pasando. Y cómo combatirlo. Él no, porque está muy ocupado pensando que los europeos nos van a matar a todos. Tú sí, porque eres un venezolano de corazón puro que defiende a su patria sobre todas las cosas. Te admiro, Ognimod. Y me alegra que hayas optado por no dejarte matar por mí. Me dolería que este país, que está en el momento más negro de su historia, pierda a alguien como tú.

La hipocresía en las palabras de Gómez era tan densa que podía haberse usado para pegarle a alguien. Ognimod pensaba que la cara se le iba a desfigurar del esfuerzo que hacía por no mostrar que se moría de la rabia.

-¿Quién le dijo eso?

-Uno que vigilaba las carpas de los damnificados. Te vio a ti y a tu novia aterrizar en un helicóptero. Luego lo corroboró el guardia de las puertas de Palacio. Que vieron una cosa que parecía un zorro que hablaba y un chigüire con vestido.

-¡Soy una ardilla! –interrumpió Ivory. Gómez la ignoró.

-No sabes la cantidad de cosas que tuve que hacer nada más que para saber por qué letra empezaba tu nombre. ¡Algunas fueron tan horribles que me da como cosa repetirlas! Pero valió la pena. Todo eso me llevó a ti. Y ahora, yo estoy por llevarte a la fama mundial. Se sabrá la historia completa de lo que pasó esa noche y recibirás el crédito que mereces por salvar el país. Pero estoy adelantándome. Terminaremos de discutir esto en mi oficina, en la capital. Sí sabes que Televisora Capital se llama así por eso, ¿no?

-Sí, lo sé.

-Entonces, ¿qué dices?

-¡Acepto! –dijo Ognimod casi enseguida, y estrechó vigorosamente la mano de Gómez.

-¡Bien dicho! –dijo éste, como emocionado-. ¡No te arrepentirás! Te lo aseguro, acabas de tomar la decisión de tu vida.

-¿Te das cuenta de lo que hiciste? –murmuró Ivory al oído de Ognimod más tarde.

-Sí. Me he burlado de él como no tiene idea. Ya lo verás.
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