Este lugar, y otros semejantes, son verdadero santuario, las cuevas en que hallar tesoros olvidados por nosotros e ignorados por muchos.
PD: Aún recuerdo el olor y el tacto de mi primera máquina: un Spectrum con teclas de goma.
Y la pureza psicodélica de aquellos antiquísimos juegos.
¡Gracias por vuestra labor!