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Halloween : La casa abandonada
 
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7f4df451
Vigilante
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Registrado: Jun 17, 2006
Mensajes: 287

MensajePublicado: Lun Sep 04, 2006 1:32 am Asunto: Halloween : La casa abandonada Responder citando

Halloween : La casa abandonada


En realidad, aunque hacía tiempo que no vivía una experiencia emocionante y me apetecía, algo en mi mente me estaba diciendo que no era buena idea; por eso cuando Alex lo propuso y Laura se apuntó con entusiasmo, tardé en pronunciarme porque no sabía qué hacer. Susana fue más decidida:

-No. Yo AHI no entro. Entrad vosotros si queréis.

David seguía callado, como yo, y parecía tener ganas de que alguien tomara una decisión, la que fuera, lo antes posible. A Laura le aburría tener que preocuparse de la espera de Susana mientras ella estaba dentro de la Casa Negra.

-¿Por qué no? Si tenemos miedo, pues nos vamos y ya está.
-Ni hablar. Sé que en esa casa...


Se calló en seco. Mientras Alex y Laura le pedían que continuara, David la miró como si adivinara sus pensamientos. De algún modo, yo necesitaba saber si lo que iba a decir era la historia sobre la Casa Negra que contaba todo el mundo o si había algo diferente, pero me quedé mirando al suelo y preferí esperar, porque no quería avergonzarla delante de los demás.

-¿Qué pasa ahí dentro? ¡Dínoslo! -insistía Alex.

-Bueno... lo hemos oído un montón de veces: que está embrujada y todo eso... ya sé que parecen tonterías pero a mí no me hace gracia. Además, siempre hay algo que hace vida ahí dentro, por las noches...

-¡Venga, si está claro que ahí no vive nadie -dijo Laura-! Seguro es gente que va a pincharse...


David se tapó la sonrisa con la mano; Alex miró a Laura enfadado. Ella intentó corregir el error:


-O no... o... la gente que entra a hacer espiritismo... como nosotros.
-¿Y cómo es que nunca vuelven? -pregunté finalmente.
-Vamos, dejadlo ya: si nunca lo hemos hecho antes, ¿por qué tenemos que meternos ahí ahora? ¿Es que no tenemos otra cosa que hacer?

Yo pensaba lo contrario que Susana: ya que nunca lo hemos hecho, ¿por qué no hacerlo ahora? Estaba claro que Alex y Laura iban a entrar igualmente, y a lo mejor hasta conseguían arrastrar a Susana.

-¿Y tú qué dices -preguntó ella, dirigiéndose a David-? ¿O es que nos quieres meter miedo con tanto silencio?

David se levantó del bordillo donde estaba sentado y se arregló las solapas de la chaqueta larga y negra.

-¿Por qué no hacemos una votación?

Alex:
-Eso, o lo echamos a suertes
-¡Claro, la voz de la justicia! -replicó Susana, con voz de trailer de película de acción.

Mientras ellos discutían, David se acercó a mí y me susurró:
-No te preocupes.

Tenía un tono conciliador, casi paternal. Después, sin dejar de mirarme, levantó la mano diciendo "Yo sí quiero entrar."
Un velo de lágrimas se asomó a los ojos de Susana, como le ocurre cada vez que se enfada mucho.

-Ah, muy bien, pensé que siendo tan mayor y tan maduro como pareces estas tonterías no te interesaban, pero ya veo que eres igual de crío que ellos... pues venga, ¡todos adentro! Yo no pienso moverme de aquí hasta que no salgáis, y si veo que tardáis mucho llamaré a la policía.

Al ver que a Laura no le había gustado nada esa última idea (¿habría algo más humillante que la policía llamando a sus padres después de haberle estropeado la noche?), preferí hablar yo con Susana antes de que la discusión empeorase.

-Entiendo que no quieras entrar, pero te prometo que no nos pasará nada. Por favor, vuelve a casa y duerme. Antes del amanecer te enviaré un mensaje.

La mirada furiosa de Susana se volvió triste.

-Pero... yo pensé que te quedarías aquí conmigo...
No supe qué decir. Mientras Laura y Alex caminaban hacia el portal de la Casa Negra, David estaba de pie mirando hacia donde estábamos nosotras; el viento le movía los cabellos ondulados.
-Olvídalo: ve con él, te está esperando. Que Dios te bendiga -dijo finalmente Susana, cansada; luego puso delante de mis labios la cruz de oro que siempre llevaba colgada al cuello para que yo la besara: sabía que yo lo haría aunque sólo fuera por tranquilizarla. No quise mirar su rostro por si había empezado a llorar. Entonces noté una mano que se apoyaba en mi espalda.
-Vamos.
David había retrocedido unos pasos hasta donde estaba yo y me invitó a andar hacia la puerta. La conciencia me dolía por haber dejado sola a Susana, pero una emoción muy dulce se agitaba en mi interior al caminar al lado de David, sabiendo que en unos momentos íbamos a compartir algo; no sabíamos qué, pero algo lleno de misterio que reforzaría nuestra confianza mutua.



La puerta estaba abierta. Alex y Laura no parecían haber encontrado muchas dificultades en abrirla. Seguramente habría sido forzada en otra ocasión. La luz que venía de los faroles en la calle y de la luna alumbraba levemente la entrada, que consistía en un pasillo estrecho y corto, de baldosas rotas blancas y negras, que daba a unas escaleras de caracol. Yo había dejado de pensar en Susana, y subía las escaleras despacio junto a David. Sólo se oían nuestros pasos sobre los estrechos y rasgados peldaños de mármol y, más lejos, las voces de los otros dos. Cuando llegamos al primer piso sólo llegaba luz desde un ventanuco que daba a la parte trasera de la casa. David sacó una linterna de su bolsa y pudimos ver las cuatro puertas que había en el rellano. Las voces de Laura y de Alex, que a ratos reían nerviosamente, se oían ahora amortiguadas, como si vinieran de una habitación con la puerta cerrada.

-Vamos a ver qué hay por aquí.
David hizo el amago de avanzar hacia una de las puertas, aunque no era exactamente esa puerta donde parecían haber traspasado ellos. Entonces se detuvo.
-¿Estás bien?
-Sí.
La puerta estaba semi-abierta.
-Hola? ... Bueno, parece que no hay nadie -dijo David entrando en la estancia.
-Pero... ¿y Laura? ¿y Alex?
Percibí una sonrisa en su respuesta.
-Pequeños bromistas... se han encerrado y ahora nos están preparando un susto... a ver qué han pensado: saldrán de una de las puertas y gritaran: "Uuuh, sorpresa!" ...o se pondrán una sábana en la cabeza...

La inquietud crecía en el interior de mi pecho. Seguí a David y entramos.
Parecía la habitación de una niña pequeña. El mobiliario de madera estaba lleno de dibujos de flores, pájaros y hadas. La cama era desproporcionadamente grande para una criatura, pero sobre las almohadas había dos osos de peluche. En la mesita, una lámpara de cristal cuya bombilla se había fundido. Al fondo se veía una ventana cubierta con cortinas de fantasiosa puntilla, y una contraventana cerrada impedía que la luz de la luna contaminara la estancia. Había una estantería, junto al armario-espejo, toda ella repleta de libros de cuentos populares; cogí la linterna y me acerqué para verlos de cerca. Eran preciosos volúmenes antiguos, decorados con grabados de oro e ilustraciones pintadas. En la estantería contigua, que de lejos nos había parecido vacía, había una inacabable colección de muñecas de porcelana; muñecas pequeñas y gentiles, sin ningún miembro roto a pesar de lo viejas que parecían.

-¿No es precioso? -pregunté a David. Curiosamente, aquella habitación deshabitada, llena de misterio y angustia, me tranquilizaba: allí me sentía protegida del resto de la Casa Negra y de todo lo que en ella pudiera ver.
-Sí... ojalá pueda volver otro día con más calma.
Cogió su linterna y salió. Otra vez volvíamos a estar en el rellano.
-Yo creo que en esta casa vivía una familia, y que en algún momento tuvieron que huir por alguna causa de fuerza mayor... ¿Quién sabe? Pueda que los desalojaran de repente, o quizás estaban huyendo de un país extranjero hasta que los encontraron...
-Y esa luz que se enciende cada noche... ¿qué opinas?
Vaciló un momento.
-No lo sé. Alguien sube al piso de arriba cada noche...
-Pero... ¿por qué? Si la casa está abandonada, ¿quién querrá hacer vida ahí arriba?
Me callé un momento porque me había parecido oír algo.
-David...
-Dime.
-¿Y si es aquello que dijo Laura?
-No lo sé. ¿Quieres que subamos directamente? ¿Quieres que suba yo? En la habitación de antes estarás segura, ya ves que no hay nada raro. Volveré enseguida: tampoco yo pienso pasar mucho rato ahí arriba...
Entonces me di cuenta de que algo fallaba.
-Oye, ahora en serio, ¿dónde se habrán metido?
-¿Quienes?
-¡Quiénes van a ser, Alex y Laura!
David suspiró.
-Olvídate de ellos.
Se me heló la sangre en las venas.
-Pero... pero... ¿qué estás diciendo?
David no contestó. Estaba ahí, notaba su presencia intacta, pero no le oí decir nada.
-¡¡¡DAVID!!!
Se sobresaltó y empezó a moverse muy deprisa, sin control.
-Niña, por Dios, ¿a qué viene ahora asustarme de esa manera? ¿Piensas que soy de piedra?
Esa especie de locura que le había asaltado me hizo sentir débil, terriblemente triste.
-Pero... pero... ¿cómo quieres que me olvide de ellos? ¿Por qué has dicho eso?
-¡Yo no he dicho nada! ¡No sé quién ha sido!
Estaba temblando, a punto de echarme a llorar. Entonces David me abrazó.


-Tranquilízate, ahora ya sabemos que siguen aquí... cuando los encontremos, saldremos todos inmediatamente de este sitio y tendré una pequeña charla con ese par de graciosos. Y como se le ocurra decir que no han sido ellos... En fin: vamos a buscarlos. Entraremos en todas las habitaciones.
Su cuerpo reaccionó al fin. Anduvo con decisión hacia la puerta que había delante. Entonces nos dimos cuenta de que esa puerta no estaba abierta. Giramos lentamente el paño y, entre chirridos de las bisagras, la puerta se abrió.
-¡Bueno, ya está bien! ¡Se acabó la juerga!
Pero nadie contestó a mis gritos. En aquella habitación sólo había juguetes, una bicicleta y equipaciones deportivas. Algunos de los juguetes eran demasiado modernos comparados con el resto de objetos que habíamos visto hasta entonces en la Casa Negra.
-¿Alex? ¿Laura? ¡Contestad de una vez!

La admonición de David denotaba menos convencimiento que antes. Su voz resonó por las paredes. Allí no había nadie. Dejamos la puerta abierta y volvimos al rellano de donde habíamos venido.
-Estarán en otro sitio -dije.
-Supongo... -dijo David. La puerta se cerró entonces, volviendo a quedar intacta.
Un escalofrío me recorrió la espalda.
-Oye -dije-, me ha parecido ver que el paño...
-¿...se cerraba del todo?
Nos quedamos en silencio otra vez, intentando pensar que aquel detalle había sido fruto de nuestra imaginación.
-Bueno, es igual, vamos a mirar en la siguiente...
-¡Allí!
Dije eso sin pensar, interrumpiendo de golpe a David. Desde algún lugar del primer piso se oían los sollozos de una voz muy débil, entrecortada, parecida a una cinta de casette vieja. Al cabo de unos instantes, David dijo:
-Sí, yo también lo oigo. ¿No te parece que era esa la voz que ha hablado antes?

Asentí. Anduvimos hacia la habitación de donde parecía venir el ruido.
-Hay que ser retorcido para traer un ese cacharro aquí -dijo David con decepción. Pero cuando, después de varios intentos conseguimos abrir la puerta a empujones y patadas, vimos que había una radio antigua, sin duda perteneciente al mobiliario de la propia Casa Negra. Casi no se entendía nada de lo que hablaba la voz que sonaba por ella.
-¿Dónde estáis? -preguntamos.
-Apagad esa cosa, por el amor de Dios... vámonos de aquí.

Acabábamos de entrar en lo que sin duda era o había sido la habitación de una señora, con su majestuosa cama grande llena de blondas, su guardarropa y su tocador. El espejo del tocador estaba roto. Todo en aquella sala parecía de terciopelo, y desprendía un tristísimo olor a polvo y a olvido. La radio de la mesita seguía emitiendo palabras y sonidos entremezclados, pero no era el único sonido: se oían gemidos. Dimos unos pasos y vimos un cuerpo humano arrebujado sobre la cama como un bulto, que de vez en cuando se sacudía muy deprisa. Entre los gemidos oíamos palabras confusas y ahogadas entre las que constantemente se repetía "mamá".

-¿Laura? -me atreví a susurrar.
-No... aquí no podéis entrar... -contestó ella entre sollozos.
Me acerqué despacio a la cama y me senté al borde. Laura seguía llorando y murmurando palabras de arrepentimiento. Vi que estaba abrazada fuertemente a una almohada. Le acaricié el pelo. Temblaba.
-Laura, vámonos de aquí.
De su boca salió un grito de ira estremecedor: "NO!"
-Pero...
-¿Es que no la habéis oído? ¡Mamá dice que no vuelva a veros jamás! ¡Nunca os he importado nada!
En la penumbra pude ver el rostro de David, conmocionado por un llanto silencioso. Yo cogí a Laura e intenté que se levantara.
-Pero, Laura, cariño... tu madre... no está aquí...
Se resistía aferrada cada vez con más fuerza a la almohada. Gritos de auxilio se mezclaban entre sus gemidos. "¡No quieren irse!" "¡No quieren dejarme!"

David me tiró de la mano y yo solté a Laura de golpe. A medida que nos alejábamos parecía que la ira y el miedo de Laura se desvanecían, y poco a poco dejó de gritar y le oímos, al fin, susurrar palabras dulces llenas de cariño. "Ya se van, Mamá." Cuando abandonamos la habitación, aunque seguía llorando, percibí en ella el brillo de una inmensa felicidad.

-David, ¿qué puede haber visto Laura para volverse loca?
-Laura cree que ha encontrado a su madre viva y quiere quedarse con ella.
-Pero eso es horrible...
-Lo sé -afirmó David con dolor.


Mientras permanecíamos callados, pensando en qué debíamos hacer después de lo que habíamos visto, el leve resquicio de luz que venía de la puerta de la calle desapareció y oímos un pequeño portazo. Se me cortó la respiración. Como por instinto, me desprendí de David y subí el primer peldaño que llevaba al segundo y último piso. La linterna no llegaba a alumbrar hasta allí. Entonces él me siguió, me entregó la linterna y ambos empezamos a subir las escaleras intentando hacer el menor ruido posible. En el rellano del segundo piso no había ninguna ventana. Ocurrió entonces algo que sólo hemos visto en las películas de terror, pero que sin embargo tenía que pasarnos a nosotros: la linterna se apagó.

-No, por favor, esto no...
-Voy a mirar si llevo un encendedor...
David intentaba aparentar aún algo de serenidad.
-Sobre todo -remarcó muy gravemente-, no se te ocurra llamar a Susanita.
Se oyeron entonces unos pasos muy rápidos que recorrían las escaleras. No me podía mover. El miedo me paralizaba.
-¿Alex -susurró David-? ¿Eres tú?

Nadie contestó. Entonces vi algo semejante a una delgada sombra de mujer proyectada en el rellano de abajo por la luz del ventanuco. No se parecía en nada a la figura atlética, bien formada, de Laura.
Perdí el control. Necesitaba esconderme de aquello. Intentamos abrir la única puerta que pudimos palpar en las paredes del segundo piso, mucho más pequeño que el primero. Pero esa puerta estaba cerrada. La golpeé varias veces pero la cerradura era fuerte como el acero. No cedía. David se había dejado caer en un rincón, intentando esconderse. Noté aquella presencia más cerca, probablemente a mi lado. Me aparté como un rayo hasta la escalera. Oí que David se levantaba y se acercaba a mí. La puerta, finalmente, se abrió, y una enorme y cegadora ráfaga de luz blanca salió de ella. Nada parecido a la luz mortecina que cada noche se veía por la ventana desde fuera. No quise girarme. Sólo quería bajar las escaleras corriendo y salir de aquel infierno.


-¡Corre, David, vámonos de aquí!


La puerta se cerró de golpe. La luz desapareció. Mis retinas aún no funcionaban. Cuando di el primer paso apresurado hacia abajo mi pie se hundió en la nada sin encontrar el mármol donde apoyarse. El suelo perdió su forma, y con él todo el espacio que me rodeaba. Sólo oscuridad. Entonces oí un grito desgarrado de David: "NOOO!" Una fuerza me impulsó hacia abajo. Sentí las aristas de las escaleras golpeándome en las costillas, en las piernas, en la cara...

Abrí los ojos en la más completa oscuridad. Había perdido la noción del espacio y del tiempo. Un sonido me devolvió a la vida, un pitido insistente que interfería en el zumbido de mis oídos. Saqué el teléfono móvil de la bolsa que aún llevaba encima. Pulsé por instinto, con todo el brazo dolorido, el botón de responder a la llamada. El número que aparecía en la pantalla era el de Susana. Sentí una especie de alivio fantasioso: no habría podido dormir preocupada por lo que nos hubiera pasado, habría oído ruidos y voces y habría movilizado al vecindario, y pronto vendrían a buscarnos...
Antes de poder contestar oí cómo me decía.


-Quédate quieta exactamente donde estás. No intentes levantarte. Ahora mismo te llevaré a tu sitio.
Sus palabras sonaban frías, como emitidas por un robot.
-Pero, Susana, ¿dónde estás? ¿Me oyes...?


La comunicación se cortó. Algo raro había en las palabras de Susana; lo único que pude entender era que aquella locura que lo devoraba todo en la Casa Negra la había contaminado también a ella.
Entonces vi el resplandor de una pequeña llama que se colaba hacia el espacio donde yo estaba a través de la abertura de una puerta. Entendí que, en efecto, estaba otra vez en el primer piso. Una voz cálida salió de la habitación:
-Vamos, levántate. Ven conmigo.
La silueta alta y esbelta de David se dibujó en el umbral. Le iluminaba parcialmente la llamita de un encendedor.
-Eres... ¿eres tu?


Sin cerrar la puerta, David salió de la estancia y me ayudó a levantarme. Me dolían todos los huesos y se me escapó un quejido. David me puso el dedo en los labios para que no gritara. Recorrí cojeando, a su lado, la corta distancia que nos separaba de la puerta. Era la cuarta habitación del primer piso, la que nos quedó por explorar cuando estábamos buscando a Laura y a Alex. En aquella habitación no había nada, exceptuando algunos cojines y un edredón en el suelo. David cerró la puerta detrás nuestro y se dejó caer encima del edredón, arrastrándome a mí.


-Ya está. Aquí estamos a salvo.
-Me acaba de llamar Susana -le dije sin escuchar-; creo que al final ha decidido entrar. Me ha dicho algo muy extraño... no sé, parece que todo el mundo se ha vuelto loco... esto es infernal... ¿Has encontrado a Alex?
-No le encontraremos.
En las palabras de David había una paz enrarecida muy similar a la alegría que rezumaba Laura en su locura, cuando la dejamos en la otra habitación.
-¿Qué... qué quieres decir? ¿Es que se ha asustado demasiado y se ha ido ya?
-Sí, sí, eso es, se ha ido -respondió David mintiendo mal, como un padre que quiere tranquilizar a sus hijos.
-David, esto es muy raro... ¿por qué no nos vamos ya? ¿Qué estamos haciendo aquí?
-Estamos tranquilos. Ahora olvídalo todo, quédate a mi lado y al amanecer la pesadilla se acabará.
-¿Aquí? ¿Tendremos que dormir aquí?
-No. No nos dormiremos. Sobre todo, vas a intentar que tus párpados permanezcan abiertos y el sueño no te venza.
-¿Qué?
-Ya lo verás... Te prometo que no pasará nada. He entendido qué hemos venido a hacer aquí y cómo debemos actuar para poder salir. Te lo prometo, te prometo que te lo explicaré cuando todo esto haya acabado.


David me abrazó muy fuerte contra sí. No entendí nada pero parecía tan sereno, tan seguro de lo que estaba diciendo... cierto era que sus palabras no tenían sentido, pero después de haber oído a Laura hablar con su madre, que había muerto años atrás, esas otras palabras me parecían sabias y llenas de cordura.
Los mismos pasos que habíamos oído antes, los pasos de la sombra, empezaron a sonar otra vez, escaleras abajo, esta vez más claros y decididos.

-¡Dios mío, es aquella... cosa que se acerca -dije, intentando no alzar la voz-! Tú... ¿tú has visto quién era? ¿La has visto allí arriba?
-¡Estamos a salvo, recuérdalo! Estaremos a salvo mientras no le hagas caso y te quedes aquí conmigo...
Los pasos habían llegado hasta la puerta, pero David había cerrado con llave y no parecía que nadie estuviera intentando abrir. De todas maneras, eso no me calmaba en absoluto. Y lo que oí después fue más espantoso todavía.

-¿Por qué siempre tienes que hacer lo que te da la gana? ¡Te dije que te estuvieras quieta allí donde habías caído!
Sí: era Susana quien hablaba.
-¡Déjate llevar por tus obsesiones, deja que esa luz se te trague para siempre... pero ELLA, ella se queda aquí conmigo!
David hablaba como un soldado luchando contra una fuerza que yo desconocía. Intervine:
-Susana, explícame esto: ¿qué haces aquí? ¿Cómo sabes lo que ha pasado? ¿Por qué querías que me quedara ahí quieta, esperando a que ese fantasma, o lo que sea, viniera a por mí?
-"Fantasma"... siempre, siempre te he adorado y tú siempre me has infravalorado.
-Entonces... -respondí con desesperanza- eras tú...
-Susana, no vas a convencerla. ¡Márchate y cuéntales a tus padres las mentiras que les cuentas para que no sepan lo que escondes aquí, o sube a tu capilla secreta y sigue con tus rituales de cada noche!
-¡Ingenuo! Te crees el más sabio y nunca aciertas en nada... ¡es ESTA la noche! ¡Si no os hubierais empeñado en jugar a monstruos como criaturas y hubierais seguido con vuestros caramelos, vuestros disfraces y vuestras adoraciones paganas, no tendríais que enfrentaros a lo que os estáis enfrentando ahora!
-Laura ya cayó, quién sabe si Alex también, pero nosotros no nos vamos a enfrentar a eso, y tú lo sabes: yo he crecido solo toda la vida, y ella... ella no tiene esos recuerdos para corromper su cordura.
-¡Otra vez se equivocó! Dime -después de soltar una risa ida, se dirigió a mí-, ¿acaso no sabes quién te espera en la habitación de la niña?


Al oír esto, aquella habitación, los cuentos y las muñecas, los osos de peluche esperando un abrazo que nunca llegaba, se presentaron en mi mente como un biombo que no me dejaba pensar ni ver más allá.


-Ya sé que tú no llegaste a conocer a la pequeña, pero sabes que nació, y sabes que nació muerta... sabes que en algún lugar, ¡sí que tienes la hermanita que deseabas entonces!


Una espiral me arrastraba. No sabía si era mi mente o mi cuerpo lo que se convulsionaba empujado por una fuerza externa indomable, pero en mi retina, en mi cerebro, allí estaba el bebé. El bebé que tanto le pedí a mi madre... la pequeña que creíamos haber olvidado... la hermanita que no tuve. De lejos oía la voz de David suplicándome que me quedara con él, pero sentía una añoranza infinita hacia aquella habitación en que sólo había estado unos segundos; era la habitación de mi hermanita, y sabía que ella me estaba esperando...

David consiguió encontrar las palabras que hacían falta para que Susana se marchara.


-¡Sí, es la noche en que los muertos vienen a reunirse con nosotros! ¿Qué haces aquí entonces? ¡Sube, Jesucristo te está esperando allí, en lo alto de la Casa! ¡Sube si crees en la resurrección de la carne! ¡Sube o será demasiado tarde!
Susana estalló en lloros y risas; se le oyó subir corriendo la escalera, y se oyó abrir la pesada puerta de la habitación del segundo piso. El chorro de luz que nos había cegado antes se podía entrever ahora por el umbral de la puerta cerrada de la habitación donde aún estábamos nosotros. Finalmente, oímos un portazo estruendoso que hizo temblar todas las paredes de la casa.


Me sentí yo misma de nuevo. La habitación de la pequeña era ahora un recuerdo. Pensé en aquel bebé durante mucho tiempo, pero quería seguir creyendo que la imagen que de él se me había presentado era sólo un delirio, fruto de aquel encuentro diabólico entre los dos Mundos. Sentí que David seguía abrazándome y respiraba lenta y profundamente. Durante los instantes previos, en mi ausencia de ánimo, había dejado caer el mechero apagado al suelo y ya nada nos alumbraba. Dormía a mi lado. De algo no estaba segura: del tiempo. De si era hoy, ayer o mañana. Podrían haber estado brillando las estrellas, y todavía la luna alumbrando los misterios de una noche de Halloween todavía joven; podría estar empezando el cielo a teñirse de violeta, o incluso de azul; incluso el sol podía haber estado asomando ya su cabeza en el horizonte. No me importaba. Lo último que recuerdo de esa noche, antes de cerrar los ojos, eran los pasos de Laura, y su voz, la de la Laura de siempre, preguntando por todos nosotros...




A Laura nunca le venció el sueño, y al amanecer su encuentro con la otra dimensión había terminado. Alex se levantó de su cama al día siguiente, sin haber podido pegar ojo, asegurando que en la Casa Negra había visto y oído a ese profesor de Matemáticas tan viejo y cascarrabias que había fallecido hacía poco tiempo, y las pesadillas le persiguieron durante semanas, aunque nadie le creyó y frecuentemente la seguridad con la que relataba esa historia provocaba las risas de los que escuchaban, lo cual era un ataque para su orgullo. Una terrible amargura se apoderó del carácter de Susana a partir de aquella noche: se desprendió de su cruz y declaró haber perdido la fe después de lo que nos había pasado aquella noche; no soportaba que nadie hablara de la Casa Negra en su presencia. Por supuesto, la luz de la ventana de arriba nunca se volvió a encender. Cuando ellos vienen a vernos cada año el primer día de noviembre, se pasean en silencio delante de nuestras lápidas, y para el resto de la gente, David y yo seguimos siendo aquellos amigos suyos que murieron de miedo en la Casa.
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niktgrump
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MensajePublicado: Lun Sep 04, 2006 12:45 pm Asunto Responder citando

Ostras, tipo mejoras a pasos de gigante XDDD Definitivamente Guardián va a tener que reconvertir la página al rollo literario.
Si me permites hay momentos en que me ha parecido algo confuso, tal vez culpa mía lo de leer en el monitor es un poco no sé...., pero hay momentos muy conseguidos con buenas descripciones y un final que consigue sorprender pese a lo típico
Espero no haberte molestado con la "critica" te aseguro que es con las mejores intenciones...
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guardian
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Registrado: Oct 28, 2005
Mensajes: 9839

MensajePublicado: Mar Sep 05, 2006 7:33 pm Asunto Responder citando

Jo, a día de hoy el subforo de relatos es de los que tienen más "topics", nunca lo imaginé, ¡qué grata sorpresa! Very Happy

"Numérico", muchas gracias por el relato, no he podido leerlo ahora que estoy con el mantenimiento de la página pero después lo leo. ¿Es tuyo?
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Mensajes: 287

MensajePublicado: Mar Sep 05, 2006 8:03 pm Asunto Responder citando

Si, aunque creo que no debería haberlo hecho tan grande. Supongo que uno de sus mayores defectos es su gran extensión. También, como bien dice Niktgrump hay momentos muy confusos, eso era porque no sabía cómo terminar la historia y mientras estaba escribiendo algo ya había cambiado de idea y se mezclaban unas con otras. Aún así agradezco tu comentario Niktgrump, tu "crítica" me ayudará mucho a mejorar... Wink
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niktgrump
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MensajePublicado: Mie Sep 06, 2006 12:22 am Asunto Responder citando

Lo que comentas sucede a menudo, al menos a mí. Very Happy Yo lo que suelo hacer es empezar por el final y montar alrededor la historia. Pero dejame repetirte que hay momentos muy buenos... Si me permites más que la extensión es el exceso de acciones, de personajes ¿sabes que te quiero decir? Es realmente dificil "llevar" a cinco personajes y más si, como dices, no has hecho un tratamiento previo...

Y aunque no lo parezca me ha gustado y mucho XD Sigue así.
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Ubicación: Sarnath
MensajePublicado: Vie Sep 08, 2006 12:37 am Asunto Responder citando

lo mismo digo 7, a mi me ha gustado mucho, en especial el final. la verdad que te felicito, haces buenas historias. coincido en que por ahi lo tuviste que hacer menos extenso, pero que va, varias escenas y el final hacen que sea una gran relato Laughing

pues bien, ahora cabe preguntar... che, que paso con ese pequeño cuento "la importancia de decir te amo"?, no lo he encontrado en la seccion de relatos ni en ningun lado, parece que lo has borrado... una lastima porque te quiero decir que me habia llegado ese cuento sinceramente.

en fin
saludos
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Mensajes: 287

MensajePublicado: Vie Sep 08, 2006 1:52 am Asunto Responder citando

Gracias por el comentario y, respecto al relato "La importancia de decir; Te amo", estás en lo cierto, lo borré. Lo hice por varios motivos, uno de ellos es que no tiene que ver con la temática de la página y pensé que os molestaría. Pero tras ver tu comentario he decidido "re-escribirlo" ya que, lo había borrado de la página, pero no de mi PC. En cualquier caso, si os molesta este tipo de relatos, solo tenéis que decírmelo para borrarlo.
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MensajePublicado: Vie Sep 08, 2006 2:42 am Asunto Responder citando

¡No pasa nada "numérico"! Si un relato no tiene elementos de terror o misterio se puede poner en "Offtopics" perfectamente, por ejemplo, pero no por ello borrarlo Very Happy
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opel
Prisionero
Prisionero



Registrado: Jul 24, 2006
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MensajePublicado: Dom Sep 10, 2006 3:25 pm Asunto Responder citando

Exelente relato, a mi me gusta que sea muuuuuuuuu extenso porque asi no me aburro tanto en la mazmorra. Smile
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