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Publicado: Dom Nov 26, 2006 12:03 am Asunto: Naftalina
[guiño a Alfred Hitchcock presenta]
Porrum po po popo po (se supone que es la música)
Aparece la silueta de Niktgrump.
Despues de la careta vemos que Nikt esta metiendo cosas en un armario y finalmente usa su cuerpo para poder cerrar el ropero. El tipo se pone a hablar con voz afable:
En la historia de esta noche, mis queridos amigos, descubriremos que incluso en las casas más limpias, todos los armarios tienen su esqueleto
Fundido a negro
[/guiño a Alfred Hitchcock presenta]
Naftalina
1.
Aquella casa era una ganga. Tanto que bromearon diciendo que seguro que estarÃa encantada.
Una casa en el campo, grande y antigua. Lo suficientemente cerca del pueblo para comprar el pan cada dÃa o tener un medico si era necesario, pero sin que les molestaran los vecinos, sin problemas de aparcamiento, donde el hijo que venÃa en camino podrÃa jugar al sol con un perro enorme. Se sonrió al pensar que probablemente su hijo no se lo agradecerÃa y que probablemente preferirá vivir en una gran ciudad para poder ir al cine sin problemas, comprar los discos de la última estrella… Treinta y cuatro años y aun se acordaba de lo que era ser joven.
Pero ahora despertaba del sueño que habÃa sido encontrar la casa. TenÃan que adecentarla y aunque se suponÃa que la mudanza acabarÃa a finales de semana sólo era habitable su habitación y la cocina. Y habitable no significaba no hubiesen cajas a medio vaciar con cosas que no sabÃa donde iban a colocar, sólo que si decidÃas ir de un lado a otro en lÃnea recta aunque no pudieras hacerlo no tenÃas que desviarte mucho.
Su mujer se habÃa quedado en su antiguo piso de ciudad. Aún le quedaban unos dÃas para despedirse de su antiguo trabajo y arreglar ciertas cosas. Además una mujer en su octavo mes de embarazo deberÃa descansar.
Acababa de sentarse y trataba de obligarse a tomar una ducha. SabÃa que la necesitaba y que le harÃa bien. Pero sus músculos se negaban a moverse. Y aun hacia frÃo para el agua que no pasaba por el calentador. Su dÃa habÃa consistido en montar unas estanterÃas y muebles, vaciar cajas y llenar con lo que sacaba de ellas los muebles. Y habÃa tenido tiempo de arrancar el papel pintado de la mitad de las paredes de lo que serÃa su estudio. Miró el reloj. El dÃa ya comenzaba a alargarse pero a las siete el sol casi habÃa desaparecido por completo.
Con un gemido que le recordó a su padre se puso en pie, se preparó un sándwich y puso a calentar una olla de agua para tratar de ducharse.
2.
Se sentó en su cama con el pelo humedecido y una toalla como toda ropa. Abrió su portátil y comprobó que en su cuenta de correo no tenÃa más que un anuncio de algo con un nombre parecido a viagra y un pps que le habÃa enviado un compañero de trabajo. Y además una de esas estúpidas cadenas de deseos, nada divertido ni de tÃas buenas desnudas.
El armario era muy antiguo, pero bien conservado y no parecÃa demasiado fuera de lugar en la moderna habitación. En el fondo se alegró de no tener que mover el armatoste ya que era sólido y muy pesado. Su interior, tres cuerpos, estaban ahora llenos de naftalina y otros ambientadores ya que despedÃa un tufo inaguantable a humedad y vejez. Se miró en el espejo de cuerpo entero que tenÃa una de las puertas. Sin afeitar, sentado echado hacia delante, los ojos cansados y casi cerrándose parecÃa que acababa de pasar cuarenta dÃas en el desierto antes que tres arreglando una casa.
Se rió de su debilidad urbanita y se fue a sentar al sillón con el portátil sobre sus rodillas dispuesto a navegar un poco por Internet. Antes de que se abriera la primera página ya se habÃa quedado dormido.
3.
Un golpe lo despertó. Dio un salto en el sillón. Estaba completamente desorientado. El ruido habÃa venido del desván tardó unos segundo en deducir. Y empezó a pensar que irse a vivir lejos de la civilización no habÃa sido tan buena idea.
Decidió subir a echar un vistazo, a pesar que se sentÃa ridÃculo ya que aun llevaba únicamente la toalla. Y estaba muy asustado. Se reÃa de si mismo pero no podÃa evitar el temblor de piernas.
Encendió la luz de las escaleras deseando que sólo fuese una rata. Una rata de campo aunque no sabÃa cual era la diferencia exacta entre una de campo y una de cloaca.
Subió lentamente y en silencio. Si hubiese escuchado otro ruido probablemente hubiese echado a correr hacia abajo. Pero ahà estaba, arriba. La luz de las escaleras hacÃa que el desván tuviera un aspecto siniestro, lleno de sombras que podÃan ser cualquier cosa amenazante. Tanteó la pared buscando el interruptor de la luz.
Todo parecÃa normal montones de trastos viejos apiñados, cajas cerradas, sacos de cemento y botes de pintura. En un rincón habÃa colocados varios cuadros y uno se habÃa caÃdo. Eso habÃa sido todo. Soltó una carcajada que expulsó todo su nerviosismo. Tal vez sà que habÃa sido una rata al final quien habÃa tirado el cuadro, pero no le importó.
En el centro del cuadro estaban las persianas abiertas con unas pesadas cortinas verdes descorridas a un dÃa que parecÃa brillante. Sin embargo, a medida que las paredes se alejaban de la ventana, la habitación se sumÃa en una pesada penumbra que desdibujaba los objetos hasta convertir el armario, que estaba en un primer plano en el lado derecho, en prácticamente una masa de negro. Justo en el lado contrario estaba una enorme cama vestida de blanco.
Cabeceaba luchando por mantenerse despierto. No eran aun las nueve y media y se dijo que se levantarÃa para prepararse algo de cenar. Sus ojos se abrieron como los de un niño que recibe una sorpresa al ver unja figura en el cuadro. Una figura que no habÃa visto antes. Se incorporó en el sillón ahogando un grito.
La figura, un hombre se movÃa, desaparecÃa y reaparecÃa, ahora se acostaba, ahora abrÃa el armario o miraba por la ventana. La luz que entraba por las ventanas de la pintura cambiaba velozmente de intensidad como si pasasen los dÃas en el cuadro.
El tiempo pasaba y el hombre se iba haciendo viejo hasta que una noche volvió a abrir el armario. Sacó unos huesos blancos envueltos en unos harapos que eran el último vestido que habÃa llevado puesto la mujer. Esa noche vació el armario. Algo de luz y de humo hicieron pensar que el hombre quemó en una hoguera en el huerto su crimen.
Su cerebro se desconectó de la conversación. Sus ojos se clavaron en cuadro. Estaba tal y como lo habÃa encontrado en el desván. Se rascó la cabeza. Aquello no le tranquilizaba en absoluto.
En la cocina calentó un plato precocinado que comió sin mucha gana. Como a otros sueños lo que habÃa visto fue perdiendo consistencia hasta desaparecer.
Desembaló una caja pero se dijo que lo mejor era acostarse.
Subió al segundo piso cansinamente, apagando todas las luces a su paso. No se oÃa un ruido.
Casi sin recordar porque echó una mirada desconfiada al armario negro e imponente. Arrastró el sillón hasta la puerta del ropero. La llave se habÃa perdido hacia mucho. Trató de disculparse a si mismo diciendo que era normal tener algún miedo en una casa nueva y además tan grande. Una vez se hubo prometido que a la mañana siguiente desmontarÃa el mueble y lo harÃa desaparecer se acostó. Consideró que tal como habÃa ido el dÃa continuar con American Psycho no era muy recomendable asà que apagó la luz al momento.
Su cuerpo se quejaba del esfuerzo de los dos últimos dÃas mandando mensajes de dolor de todos y cada uno de sus músculos. Asà que aunque deseaba con toda su alma dormirse no podÃa. No encontraba una postura cómoda y lo que hacÃa era revolverse en la cama.
Ya habÃa perdido la cuenta del tiempo que llevaba en la cama cuando oyó un arrastrar, un chirrido de bisagra vieja y un crujido de madera. Se acurrucó en la cama. SabÃa lo que iba a pasar.
Que miedo, ¿verdad? Recuerden, mantengan sus celdas limpias y ordenadas. Permitame que les deje, debo seguir con la limpieza. ¿Donde se habrá metido la criada?
Nikt se aleja de la camara y se oyen unos golpes y gritos que vienen de armario.
Porrum po po popo po
[/guiño a ALfred Hitchcock presenta]
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